Contenido Original | ¿Palabra hiriente?

Jamás habría imaginado que una hermana me diría: «Soy tu fan N° 1» y ello pasa porque cuando decidí dedicar el resto de mi vida a escribir, mis empresarios hermanos se preocuparon mucho por lo que iba a ser de mí, dado que las personas que se dedican a este noble oficio, en los países del tercer mundo, digamos, no les va nada bien en cuanto a ingresos monetarios para sustentar la vida.

Ella me telefoneó y luego de decir la frase zalamera, me hizo una solicitud que me ha sido difícil de meditar y convertirla en un artículo para Contenido Original de @cervantes, puesto que el norte editorial de esta casa es tratar temas globales que preocupan y ocupan a la humanidad, pero desde una óptica fresca, juvenil y digerible; orientada a crear la conciencia colectiva sobre aquello que hace al ser humano lo que es.

Mal podría entonces ignorar su pedimento: «me gustaría que escribieras algo sobre la palabra hiriente» (!), lo cuál me sorprendió porque los humanos usamos la palabra para comunicarnos, no para herir. Además, no soy psicólogo profesional y que mi esposa lo sea, no quiere decir que tenga yo un título y esté facultado para opinar. Millones de personas hablan y se comunican diariamente alrededor del mundo y necesitan las palabras para expresar lo que quieren decir, por ello llegué a la conclusión que si era un tema global y en las próximas líneas intentaremos dilucidar el pedimento hecho.

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Fuente: Pixabay

Abrebocas

El ser humano es visceral por naturaleza, hasta la persona más impasible ha confesado alguna vez en vida, haber perdido los estribos. Queda entonces establecida ya, la primera arista del tema: «La emocionalidad». Ella es y ha sido la culpable de muchos embrollos y puede o no ser controlada.

Esa emocionalidad tiene varios «vehículos» para ser expresada, uno de ellos es «la palabra dicha» expresión que muchos reconocen por aquel famoso precepto, mediante el cuál se dice que: «una vez arrojada no puede ser recogida». Digamos que para los más versados en la comunicación, es la herramienta clave para que esta se produzca.

El tercer elemento es «la conciencia», la parte del proceso más importante, pero paradójicamente la más minimizada, cuando no, anulada. Vivir en conciencia es la tarea más difícil y demandante del ser humano y como nuestro cerebro tiende al ahorro de energía, es más fácil «no pensar» que hacerlo.

Y como todo acción humana genera una consecuencia, la última arista sería: «la reacción», sin la cuál sería imposible dibujar el cuadro completo del asunto que nos ocupa. Esta tiene muchos matices y créanme cuando les digo que después de «la conciencia», es el elemento clave en el proceso.

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Fuente: Pixabay

Naturaleza humana

Así pues, logramos identificar los elementos que actúan en cualquier proceso comunicativo emocional que podría derivar en lo que mi hermana llamó «la palabra hiriente»:

  • La emocionalidad
  • La palabra dicha
  • La conciencia
  • La reacción

A la forma de interactuar entre estos elementos le llamaremos «Ciclo comunicacional emotivo» e intentaremos explicar desde nuestra óptica, las claves para afirmar, sin duda alguna, que «las palabras hirientes» existen solo para cada ser humano que tenga el poder de hacerlas suyas o -por el contrario- de convertirlas en una prueba de dominio propio.

Por supuesto, siempre existirán factores externos que influyan en el proceso y presione a una falla en alguna parte del ciclo (enfermedades, condiciones pre-existentes, creencias, etc.), pero lo importante a dejar sentado, es que nos estamos refiriendo a aquellos conflictos cotidianos donde exageramos las reacciones y desatamos pasiones que no están estrechamente proporcionadas, con el origen del conflicto o la trivialidad del asunto sujeto de valoración.

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Ciclo emotivo comunicacional por: @fermionico 

Las claves

Los dos primeros elementos: «La emocionalidad y la palabra dicha» no tenemos control sobre ellos; en efecto, habiendo catalogado el primero como «visceral» y el segundo consecuencia de aquel, está claro que jamás se puede atajar algo ya en marcha, puesto que el ciclo fallaría. Recuerden que hablamos de un acto ya hecho, ya ejecutado y es «la palabra dicha». Jamás nos podremos detener a pensar lo que «habría pasado si…», porque ya pasó, la palabra está allí en el aire.

Como no tenemos control sobre ello, podemos entonces deducir que sí lo tenemos sobre los dos últimos elementos del ciclo «La conciencia y la reacción» y es acá que queremos llamar la atención porque el meollo de las «palabras hirientes» tiene que ser visto desde la óptica de la solución «hacia dentro del ser», jamás hacia afuera. De no ser así, seremos vulnerables ante tantos «haters» que andan por la vida, soltando la verborrea abundante y necesaria para conseguir que el mundo gire sobre ellos y no sobre toda la humanidad.

«La conciencia» es cultivada a través del tiempo y la disciplina autoimpuesta, siempre será tan difícil obtenerla como cuando pasamos 4 horas diarias de gimnasio y trabajamos el cuerpo. En este caso se trabaja la mente en un estadio superior, al intentar tener visión sobre cada sentimiento que se activa dentro de nosotros y contrarrestar la visceralidad originaria mediante la «parsimonia espiritual». De ello depende las preguntas que son obligatorias hacerse para buscar la explicación no beligerante (siempre habrá una y si no lo cree, pregunte al padre que perdona al asesino de su hijo/a)

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Fuente: Pixabay

Meollo

«La reacción» es tan importante que, precisamente, no tener «la conciencia» previamente trabajada, da lugar a dos resultados: la repetición del ciclo en una desviación hacia la auto-destrucción o la reafirmación de la salud mental necesaria para afrontar aquello que si importa. ¿Y porqué hablamos de auto-destrucción? Porque, contrariamente a lo que se piensa, aquello que nos perturba y devolvemos sin concientizar, crea las condiciones preciadas para una enfermedad mental o física. Aunque parezca una temeridad tal afirmación, existe abundante literatura sobre los efectos de las reacciones exacerbadas en nuestro cuerpo.

El receptor es quien da fuerza a las palabras, nunca el emisor; cualquier experto en comunicación le dirá lo mismo y, prueba de ello será la cantidad de comentarios sobre lo que piensa el lector respecto al tema que nos ocupa y que tiene la libertad de plasmar al final de este escrito.

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Fuente: Pixabay 

Epílogo

Si partimos de la premisa anterior es fácil concluir que cada individuo tiene un enorme desafío por delante: trabajar en su propia psique de tal modo que pueda identificar lo que realmente le afecta. Cuando nos importa más lo que dicen las personas de nosotros, estamos entregando el poder del que hemos sido investidos como consecuencia del libre albedrío.

La libertad significa también evitar entregar el control de lo que usted siente a aquella persona que desea hacerle daño. Requiere trabajo y disciplina adquirir esta capacidad; mientras, seremos víctimas si escogemos ese camino o seremos personas en total armonía interior como consecuencia de cultivar la conciencia.

Así que, hermana, te digo: «la palabra hiriente» solo existe si tú quieres que así sea…

Escrito por: @fermionico

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