Contenido Original | Luz omnipresente

¿Cuántas formas tenemos de mirar un arco iris? Dependerá de nuestro entendimiento, de nuestras intenciones, de nuestro estado de ánimo, en fin…

Un poeta lo mirará como fuente de inspiración para componer un bello texto. Un hombre antiguo lo miraría como un mensaje de los Dioses. Otro pudiera pensar que algo interesante debe haber si logra hallar algo el final de su recorrido. Un científico nos dirá que solo es una separación de la luz en un proceso llamado refracción, producido cuando esta atraviesa medios de diferentes densidades. Pero la esencia para que podamos ver y disfrutar de esa maravilla de la naturaleza, llamado arco iris, está en la luz.

_{Fuente: Pixabay}

La luz ha estado mucho antes de que nosotros apareciéramos en el universo. Según los estudios de la cosmología ella misma es el origen de todo. Una gran explosión de luz fue el Big Bang que dio inicio a la creación. En la historia humana la presencia de la luz es decisiva. Todas las culturas la han celebrado, han participado de su fascinación, han intuido que es la base de la vida. En términos de la psicología junguiana la luz sería un claro ejemplo de arquetipo universal, una especie de ADN que estructura el mundo cultural.

Tanto en Oriente como en Occidente encontramos datos para confirmar la fuerza de ese arquetipo. Los antiguos egipcios eran adoradores del Dios Sol porque consideraban que a partir de él se había generado la creación. Para los hindúes de los tiempos del Rig Veda, el Dios Prayápati tenía una mirada de luz; en Oriente, a Buda lo llamaron “el iluminado”.

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No es casual entonces que alrededor de la luz el ser humano haya ido elaborando su tejido espiritual. Luz y divinidad forman una unidad indisoluble. Es común a todas las creencias el asociar lo luminoso con lo puro, con lo bueno, con lo divino. Es el recurso que guía a los hombres en la sempiterna lucha entre el bien y el mal. Fuera del campo espiritual, la razón también se deja maravillar por la fuerza de lo luminoso. Aún para las personas más incrédulas la luz remite a una idea de bienestar, de lucidez, de libertad. Hay un consenso generalizado en dar una valoración positiva a todo lo que sirve para “iluminar” la razón. La luz del entendimiento es necesaria para vencer la ignorancia.

Una buena parte de la producción cultural de la humanidad se ha originado en ese afán del ser humano por comprender la luz. Tanto en la literatura, como en la pintura y hasta en la música, los temas relacionados con la luz, con la iluminación, son una fuente inagotable de inspiración creadora.

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Por la biología sabemos que sin la luz sencillamente la vida dejaría de existir. Las plantas no podrían cumplir el ciclo vital que les permite, mediante la fotosíntesis, transformar la energía lumínica en energía química, base para la vida vegetal. Sin materia vegetal las especies animales perderían su sustento y desaparecerían las fuentes de alimentación.
El ser humano tiene un diseño genético en el que su actividad cerebral está regulada dependiendo de los ciclos luz/oscuridad. De ese modo puede diferenciar los períodos de actividad de los de descanso, necesarios para la recuperación del cuerpo.

La luz interviene definitivamente en los estados de ánimo, en su ausencia la persona puede originar episodios de ansiedad y depresión. La mente humana ha estado muy pendiente de descifrar los misterios de la luz. Es largo el camino que ha recorrido el conocimiento para entender este fenómeno.

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En la antigua Grecia, Empédocles, por ejemplo, creía que la luz se producía porque unos rayos salían de los ojos para iluminar los objetos. Ptolomeo estudió con bastante precisión la incidencia y refracción de los rayos lumínicos. En esos tiempos los estudios se basaban, sobre todo, en conocer las propiedades de la luz. Para 1600 el físico neerlandés Christiaan Huygens, se interesa por ir más allá de las propiedades, buscó explicar la naturaleza de la luz y planteó su teoría de las ondas.

Isaac Newton, por los años de 1700 propuso una teoría distinta, creyó que no eran ondas sino partículas diminutas la esencia de la composición de la luz. Ya en nuestro tiempo, los estudios de Einstein y Broglie establecen un carácter dual en el que, dependiendo de las condiciones, la luz se puede comportar como ondas o como partículas. El campo de estudio de la luz, desde el punto de vista físico, continúa en el amplio desarrollo de la mecánica ondulatoria, de la física cuántica.

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Los esfuerzos por conocer la naturaleza de la luz fueron dejando un bagaje de conocimientos indispensables para darle forma al mundo que tenemos en el siglo XXI. Sin el conocimiento de las ondas y la radiación no se hubiese llegado, por ejemplo, al rayo láser, con aplicaciones fundamentales en todos los campos de la vida moderna, incluyendo por supuesto la medicina.

Los mismos estudios de las ondas han permitido desarrollos como la radio, la televisión, la telefonía móvil y el internet. Para recordarnos la importancia de la luz en nuestras vidas, las naciones unidas ha declarado el día 16 de mayo de cada año como el día mundial de la luz. Ese día, en 1960, se logró realizar con éxito la primera operación utilizando la tecnología del rayo láser. Sin duda un hito en la historia de la medicina.

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La ciencia continúa desentrañando las propiedades de las ondas lumínicas, imaginando futuras aplicaciones en la era espacial; un ejemplo de esto considera el diseño de una «vela solar» cuya base teórica parece confirmar el impulso de naves espaciales mediante el rebote de fotones de luz en algún material dúctil y maleable que se despliega en el espacio.

La luz puede ser un gran símbolo de unión y armonía para la especie humana. En el camino de la iluminación de nuestro entendimiento podemos encontrarnos para desarrollar un mundo de inclusión, paz y convivencia civilizada.