¿Quien habla por nosotros? | Contenido Original

Desde que el hombre es hombre siempre ha intentado imponer sus ideas por sobre la de otros, así nacieron los desacuerdos y las guerras. A medida que la civilización avanzó y la evolución se hizo evidente, la idea de que no resultaba práctico caerse a tortas cada vez que alguien no pensaba igual, fue sustituida por una idea más radical que nació con el imperio romano: la democracia y se perfeccionó en el año 930 D.C. con el nacimiento del primer parlamento de la historia en Islandia.

En efecto, la idea que cada localidad o región debía ser representada en el gobierno central por alguien que tuviera voz y voto en las decisiones nacionales, era muy revolucionaria para la época de su creación, pero los gobernantes se dieron cuenta que peligraba la gobernabilidad si no se hacía esa concesión a quienes pedían a gritos y no por lar armas, mayor cuota de participación en todo aquello que afectara al pueblo.

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Fuente: ONU/Jean-Marc Ferré 


Día mundial

El 30 de Junio de 1.889 se creó la Unión Interparlamentaria Mundial(U.I.P.), una organización que daría forma a las relaciones entre los parlamentos de todo el globo terráqueo y es en honor a ese esfuerzo que la Organización de Naciones Unidas (O.N.U.) declaró el 30 de Junio de cada año como el Día Internacional del Parlamentarismo, una oportunidad de auto-revisión de la actividad parlamentaria y su relación con los desafíos que implica a la democracia como el sistema que dirime las diferencias y las reduce a acuerdos que se pueden conseguir a través del diálogo.

Una idea nada descabellada considerando que las nuevas tecnologías han dado voz y empoderado a los votantes de maneras impensadas hasta hace poco y que exige a los políticos un mayor involucramiento en aquellos problemas que demandan solución a nivel local y nacional. Una mayor exposición de la actividad pública y las formas en que desarrolla su trabajo en favor de quienes le eligen, puede ser algo muy demandante y solo aquellos representantes preparados para responder o entregar cuentas claras estarán llamados en el futuro a representar a las masas.

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Fuente: Pixabay 


¿Por qué es importante?

Aunque muchos seres humanos no tienen conciencia sobre lo difícil que resulta la política y ejercer la actividad parlamentaria, tienen demandas sobre su calidad de vida. En los parlamentos, existe la tribuna para que quienes les representa haga esas demandas, pero ello debe ir acompañado de un discurso que convenza al resto de los parlamentarios sobre las necesidades de invertir recursos para resolver los pedimentos. Entonces podríamos decir que hay dos velocidades para resolver un predicamento: la del ciudadano de a pie y la del gobierno central a través de las decisiones que se toman en el parlamento.

Por otro lado, no existe otra manera de dirimir las diferencias. Sin un portavoz habilidoso, es posible que la región de donde provenga la demanda caiga en el olvido. Y esto es uno de los retos -a pesar de los avances en la representación de las minorías- del parlamento y los parlamentarios. Enfrentar la excesiva preferencia que se tiene por las capitales de cada país, al ser aquellas las que albergan la mayor cantidad de habitantes y la mayor cantidad de representantes es perentorio y que las regiones intenten romper el cerco en el que pueden caer, porque el gobierno central da prioridad a sus políticas nacionales es vital.

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Fuente: Pixabay 


Retos democráticos

Ahora, un parlamento no puede por sí solo resolver los problemas. Es apenas un receptáculo de las demandas del pueblo. Y es aquí donde el papel ciudadano entra en juego. En una oportunidad veíamos una película (no recordamos el título) y en una escena se sienta un periodista y un parlamentario a comer en un restaurant. En una parte del diálogo que mantienen ambos, el parlamentario le dice con sorna al periodista: «Si los votantes supieran en lo que gastamos sus impuestos, habría una segunda revolución francesa», para significar el destino malversado de los tributos, en una cena lujosa según se desprende de la escenografía.

Y es ahí donde entra la contraloría ciudadana, un parlamentario no puede pensar que está allí para asistir a costosas cenas o viajes. Un diputado o senador está allí para hablar por usted, por el que no tiene voz para llevar la conciencia al gobierno sobre lo que sucede con los gobernados. Y un parlamento será tan efectivo como el nivel de involucramiento que tengan los votantes con aquellos a los cuales les ha dado un mandato mediante su voto. Pensar de otra manera es -por decir lo menos- de una candidez enorme, porque las personas actúan si son impulsadas hacerlo y un servidor público no hará nada si no es presionado para ejecutar.

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Fuente: Pixabay 


Un hombre, una historia

Y podría el lector pensar que un solo hombre, dirigiendo su palabra a un recinto lleno de personas que -la mayoría de las veces- ocupan su tiempo en otras cosas más que en escuchar al parlamentario de turno, es una soberana pérdida de tiempo. Y tendría razón si no hubiera ejemplos en la historia de connotados hombres con el don de la palabra que lograron convencer a sus pares. Pongamos como ejemplo a Sir Winston Churchill en Gran Bretaña, a quien sus peores detractores y enemigos escuchaban con atención para saber por donde atacar o para conceder a regañadientes que tenía razón, cuando advirtió sobre el peligro que representaba la Alemania Nazi.

O más acá en la historia, cuando el ex-presidente Venezolano Rafael Caldera advertía en el parlamento de aquel país, un día después de la intentona golpista contra Carlos Andrés Pérez, en discurso televisado a la nación premonitoriamente: «No se le puede pedir al pueblo que se inmole en nombre de la democracia, si esta no es capaz de conceder el mínimo de garantías para que viva con dignidad». Y es ahí, desde ese recinto, donde un hombre puede cambiar la historia: el parlamento.

Escrito por: @fermionico


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