Pedalear para vivir mejor… | Contenido Original

¡Papi…! ¡Mami…! ¿Me quitan las rueditas? Cuántas veces se debe haber escuchado esta expresión en cualquier parte del planeta, en cualquier idioma, pronunciada por niños de todas las culturas. Un momento cumbre en los tiempos de la infancia es el dominio de esa máquina maravillosa que llamamos bicicleta.

Sentir que podemos controlar el movimiento, que somos dueños de las distancias, es una experiencia que se queda grabada para siempre, con tal fuerza que resulta prácticamente imperecedera. Podrán pasar muchos años sin que nos montemos en alguna bicicleta, pero si alguna vez lo aprendimos, bastarán unos pocos momentos de práctica para recobrar de nuevo la habilidad de vencer las leyes de la física y encontrar el equilibrio capaz de echarnos a andar sobre dos ruedas.

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Fuente Pixabay


Pero la creación de la las bicis solo fue posible porque alguien previamente, en algún momento de nuestra extensa historia humana, se dio a la tarea de perfeccionar la rueda, ese revolucionario invento que fue un hito indiscutible para el desarrollo de la civilización.

La rueda es una de esas muestras de ingenio que nos hace mirar con confianza las posibilidades ilimitadas de la creatividad humana. Es un diseño extremadamente complejo para el que la naturaleza no ofrece un modelo parecido, nada en él es copia de lo existente; todo es el resultado de la solución a grandes problemas de ingeniería, quizás por eso es un invento relativamente reciente.

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Los estudios arqueológicos sitúan las primeras representaciones gráficas de la existencia de la rueda hacia el 3.500 antes de nuestra era. Un tiempo relativamente reciente si lo comparamos con la antigüedad del ser humano en la tierra. Civilizaciones como la americana no conocieron ese invento. Tuvieron acceso a él como consecuencia de las campañas de expansión colonial.

La bicicleta, sin duda que aprovechó las posibilidades de movimiento que ofreció la rueda, así como la aprovecharon también los carretones y vehículos arrastrados por animales. Pero al igual que aquella, su invención es otra gran muestra del poder del ingenio humano. No hay nada en la naturaleza que semeje una bicicleta. Es un invento diseñado totalmente para potenciar nuestras posibilidades. La concreción de nuestra visión de los centauros modernos.

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Cuando el alemán Karl Drais, a comienzos del siglo XIX, creó su primer diseño de una rudimentaria bicicleta de madera, estaba dando un paso gigantesco para dejarnos la posibilidad de contar con una máquina que nos permitiera acortar las distancias de manera personal, en el momento en que lo deseamos y a partir de nuestra propia energía. Un granito de arena para ampliar la libertad individual.

Al poco tiempo de su creación ya la bicicleta se había convertido en un medio de transporte muy popular. Era bastante efectiva en sociedades semi rurales, como las del siglo XIX, donde las distancias que separaban villas y caseríos se podían recorrer fácilmente montado sobre dos ruedas, sin que ello representara un esfuerzo que estuviera más allá de las posibilidades de la persona promedio.

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Es verdad que en nuestro mundo la bici ha perdido importancia. La complejidad de la vida urbana ha hecho que las distancias se hayan vuelto enormes. Recorrer los kilómetros que separan un conglomerado de otro, o incluso el espacio que hay entre el centro y los suburbios citadinos requeriría una gran inversión de tiempo y energía para hacerlo en bicicleta. La realidad es que no todos lo pueden hacer usando ese medio. Por eso son más populares los vehículos y los trenes.

Pero el mismo crecimiento de nuestras ciudades ha hecho que volvamos a reivindicar el valor de la bicicleta. El uso masivo de vehículos automotores en los grandes conglomerados humanos ha creado serios problemas de contaminación ambiental. Ciudades como Santiago de Chile, Ciudad de México, Nueva Delhi, se han vuelto tóxicas para sus habitantes. Los niveles de contaminación ponen en riesgo la vida de las personas que habitan esos espacios.

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Sin embargo, hay otra realidad. Compartir la bicicleta en el mismo espacio que el automóvil es un riesgo adicional. Para popularizar la bicicleta hace falta un poco de planificación. Nada del otro mundo. Unas pocas medidas al alcance de cualquier administración con una pizca de buena voluntad.

Así lo han demostrado numerosas ciudades del mundo donde han logrado que sus habitantes puedan hacer un uso seguro de este medio, que ya dejo de ser solamente un medio de transporte. Su uso recreativo tiene cada vez más adeptos. En el mundo del deporte las carreras en bicicleta son seguidas por millones de personas. Además, está plenamente demostrado las ventajas que conlleva su uso para el mejoramiento de la salud en general.

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Pero quizás lo más importante es el papel que juega en la mejora de las condiciones ambientales de nuestro planeta. Recobremos el placer de pedalear, sentir la brisa fresca tocándonos la piel, con nuestro movimiento acompasado, suave, lento, sin prisa. Solo por el placer de andar y andar.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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