El Reencuentro | Contenido Original

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El hombre abrió la puerta del vehículo, encendió el motor y retrocedió en el estacionamiento de la casa, para sacar el coche de su hastío. Mientras esperaba a su esposa, checaba rápidamente en su smartphone, todo quedara al día en la comunidad que regenta. A la par, imaginaba el reencuentro con su hija. Dos años, pandemia mediante, le habían separado de abrazar a un ser que ama con profundidad.

Un país separado por la desesperanza, era el responsable del desencuentro. Su esposa salió de la casa y ambos pusieron rumbo hacia la ciudad capital, ubicada hora y media desde el lugar de residencia. A partir de la ciudad de destino, les toca el desplazamiento al aeropuerto que le sirve, distanciado a 20 minutos por una autopista.

Captura de pantalla

Mientras rodaban por la vía, le venía a la mente ese Diciembre de hace dos años. Una de las cosas que les encanta a su hija y a él es compartir una buena mesa. De tal modo que muchas noches anduvieron en diferentes restaurantes, donde daban rienda suelta a sus opíparos gustos por los sabores. Pero lo que más les gustaba era compartir los sabores criollos navideños de Venezuela.

Así que un reencuentro está supeditado a los recuerdos, aquellos que hacen de una convivencia algo memorable y que dejan un gusto de boca por repetir. Esos recuerdos son la gasolina de la ansiedad alrededor del reencuentro. Es imposible vivir lo uno sin lo otro. Cinco noches antes de partir, el hombre no conciliaba el sueño rápidamente como solía pasar y dormía poco pensando en esa noche cuando podría abrazar de nuevo a uno de los amores de su vida.

Imagen por @fermionico

Llegaron ambos al aeropuerto, no sin antes buscar a la hermana de él, para que les acompañara y pudiera regresar con el vehículo para evitar dejarlo en el estacionamiento de la terminal. Bajaron maletas y se despidieron. Entraron al recinto luego de sortear una gran cantidad de medidas de bioseguridad, las cuales no hacían sino evidenciar que la pandemia llegó para quedarse un buen rato entre nosotros. Habían llegado con demasiada antelación.

10:30 a.m. para un vuelo que decolaba a las 04:15 p.m. ¿Qué pasó? Producto de la ansiedad también, eso es una consecuencia del reencuentro. En todo caso se felicitaron por lo precavidos que fueron. Resulta que un vuelo del día anterior con el mismo destino, no había podido salir y estaban dando prioridad a las personas que no pudieron irse en el avión dispuesto como reserva, por ser más pequeño. Esa prioridad, dejaba por fuera a quienes llegaron de últimos al aeropuerto. Puntos para la ansiedad.

Imagen por @fermionico

La emoción de un reencuentro produce primeras veces. Mientras hacían la larga espera antes del embarque, el hombre evocaba ese último viaje cuando por vez primera salió a pedalear en bicicleta con su hija, por la bahía de Biscayne en Miami. Aunque el se encontraba fuera de práctica y ella acostumbrada a rutear, el era feliz porque pudieron hacer esto juntos por vez primera. Nada como una primera vez, dicen los entendidos.

El caso daba como base un imaginario de «primeras veces» que podrían explorar luego del reencuentro. Era obvio que la expectativa crecía conforme la hora de embarque llegaba. Fue así como una sobrecargo de la aerolínea, voceó en el altavoz la orden para embarcar, que le sacó de sus pensamientos. El vuelo salió de la terminal media hora después de lo previsto y se dirigió a una ciudad donde haría escala antes de continuar a destino. Aumentaba la ansiedad cuando, finalmente, el avión tocó tierra en el destino final.

Imagen por @fermionico

Sorteada la sección de inmigración, ambos se desplazaron a la sala donde se recogen las maletas. Mientras comenzó andar la correa de equipaje, para que este subiera lentamente desde las bodegas aeroportuarias, otro paréntesis de la realidad sumió al hombre en pensamientos y recuerdos. Le vino a la cabeza cuando su hija le confrontó en una oportunidad por un desacuerdo. Pensaba como veía ahora aquello con desprecio, porque nada en el mundo debiera hacer que padres e hijos se enfrentaran.

Cuando la separación se hace evidente y llega la madurez, comienzas a dar cuenta la cantidad de tonterías por las que pelean padres e hijos. Y un reencuentro luego de años de separación pone en perspectiva la clase de estupidez a la cual puede llegar el ser humano, cuando no es capaz de conciliar. Nada de eso importaba ahora, que la maleta había llegado al riel y se dirigía al encuentro del hombre. Tomada la maleta ambos se dirigieron a la salida de la sala de equipaje hacia la sala de reencuentros.

Selfie por @fermionico

Ambos padres estaban nerviosos, el smartphone sirvió para comunicar donde se encontraba cada quien y la evidente postergación del abrazo por estar ubicados en salidas diferentes ¿Qué importa un poco más de emoción? Cuando, finalmente nuestra hija apareció desde los ascensores, las emociones se desbordaron, Cada reencuentro es diferente y todos son especiales, pero como el de ésta madrugada en el aeropuerto de la ciudad de Miami, ninguno antes.

Dicen que los hijos vienen a este mundo a enseñarnos, a ser maestros. Somos los padres los que afrontamos la tarea de escucharlos o no. A veces se nos va la vida sin oírlos y otras veces aprendemos tarde (a veces demasiado tarde); pero lo que no cabe duda es: ellos están aquí para recoger lo mejor de nosotros y desechar lo malo. Es por ello que son más sabios y es por ello que la amo profundamente.


Escrito y diagramación: @fermionico


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