Mi padre es muy especial | Contenido Original

Mis abuelos, tanto maternos como paternos, no consintieron en primera instancia la relación de mis padres. Pero el amor se impuso al final contra viento y marea.

Inclusive, vieron con temor mi propio nacimiento. Debo agradecer la entereza y fortaleza de mi padre, quien en todo momento me defendió sin importar los obstáculos en el camino.

Él es un hombre muy fuerte de apariencia débil con un inmenso corazón para dar amor sin esperar nada a cambio.

¿Cómo mi madre no lo adoraría? 


Ella me cuenta que fue amor a primera vista.

¡Saben! No tengo nada de que quejarme de mi padre. Él siempre apartó cualquier cosa que hacía cuando veía que yo lo necesitaba. Gran parte de quien soy hoy en día se lo debo.

¡Sí!, atravesamos situaciones difíciles en lo material, pero el afecto y excelente relación en la familia hizo llevadera la grave situación circundante.

La expresión de que con amor todo se puede, fue el lema silente de la actitud y conducta de mi padre.

Recuerdo las mofas de mis compañeros cuando mi padre me buscaba a la salida del colegio. Me enfurecía tanto con ellos, pero pronto la serenidad y las sabias palabras llenas de amor de mi padre, calmaban mi enojo.

Siempre admiré la imperturbabilidad de su carácter ante las críticas malsanas de los demás. Él me decía que no le hiciera caso, ellos son ignorantes y juzgan solo por apariencia. 


En la medida que crecía en tamaño y entendimiento, noté con asombro la increíble perseverancia que él mostraba en lo que emprendía, sin importar lo difícil que fuera la tarea.

Así que, yo no tenía excusas para abdicar ante cualquier obstáculo. Además, nunca estuve solo. Cuando sentí frustración, mi madre estaba allí respaldando a mi padre para ayudarme.

Hoy, estoy muy próximo a graduarme de médico. Y si bien, ya los conocimientos superan con creces las capacidades de mis padres en lo intelectual. No deja de sorprenderme, el consejo oportuno y el ejemplo de mi padre al respecto de la ética que debo llevar, sin olvidar la exhortación  a la vocación de servicio. 

Así que, no solo es mi héroe, al superar con éxito la tarea de educarme contra todo pronóstico. Aún sigue siendo el centro de mi inspiración. 


Ya no me molesta en absoluto los gestos de sorpresas de mis colegas  y profesores cuando les presento con orgullo a mis padres.

No entiendo a quienes denigran de su origen. Creo que piensan que ocultando de donde vienen, podrán nivelarse o alcanzar una posición de relevancia en el gremio médico que afrontarán conmigo pronto.

Como si su pasado fuese un lastre que hay que salir corriendo a lanzar por la borda para evitar hundirse al comienzo de la travesía.

En mi caso, tanto mi madre como mi padre, son los salvavidas que siempre me acompañan. Son mi pasado, presente y futuro.

Aquella tarde, el joven aspirante de médico vestía toga y birrete para recibir el grado de manos del rector de la universidad más prestigiosa de la ciudad. 


El aula magna repleta de gente escuchaba con atención las palabras de quienes fueron sucediéndose en el podio hasta que llegó el turno del representante de la cohorte.

Él caminó con aplomo algo nervioso sintiendo mariposas en el estómago hacia el estrado. La boca seca lo molestaba y de repente hizo un alto a medio camino para voltear al sitio en el cual debía estar sus padres.

Por el momento, enajenado por el miedo escénico, no los hallaba entre la multitud. Hasta que la figura inconfundible de su padre se levantó y le dio la señal con el pulgar de la mano derecha de que él estaba allí apoyando junto a su madre.

Entonces, las miradas se posaron en aquel hombre de apariencia singular.

El brillo de sus ojos tras los espejuelos lo hizo reaccionar, y la confianza volvió a su alma.


Retomó el paso hasta el atril y dio un discurso vibrante y memorable centrado en vivencias estudiantiles, sueños y objetivos tanto individuales como colectivos.

Mientras tanto, el hombre singular en la mitad de la fila permanecía de pie sin apartarle la mirada. Las lágrimas de alegría y nostalgias corrían por su rostro sin soltar la mano de su esposa.

Ahora, su hijo hacía gala de la seguridad que él le infundió en las noches de pesadillas, ante la agresión e incomprensión de los compañeros de juegos cuando los veían juntos.

Y es que ser alguien por fuera diferente lleva una carga y presión adicional que solo es superada con el amor. Algo que abunda en él y refleja al primer contacto.

Sí, él cuenta con algunas discapacidades congénitas que ha capeado con valentía a lo largo de la vida. Pero, ¿quién tiene la vida fácil?


Está orgulloso de su pequeño. Y que ahora, no solo lo supera en estatura e inteligencia, sino que también será su continuación en el mundo para seguir contribuyendo a mejorarlo.

Él disipó en forma sobresaliente con ayuda de su esposa, los temores al fracaso que albergaban sus propios padres, siendo un padre más que ejemplar y un hombre de bien que nada debía envidiar a los demás.

Ambos, padre e hijo, daban de la mano de su esposa un ejemplo al mundo del poder del amor.

Sí, su esposo podría tener una condición de Síndrome de Down que le dificulta algunas cosas, pero nunca le impidió expresar sin reserva el amor al prójimo y la sabiduría inmanente en cada acto, aunque le fuera difícil.


El relato de ficción está inspirado en el marco del Día Internacional  del Síndrome de Down, acordado para el 21 de marzo de cada año por la Organización de las Naciones Unidas para “…generar una mayor conciencia pública sobre la cuestión y recordar la dignidad inherente, la valía y las valiosas contribuciones de las personas con discapacidad intelectual como promotores del bienestar y de la diversidad de sus comunidades.” 

Vale la pena destacar, que aunque la historia es totalmente ficticia, está inspirada en el caso real de Jad Issa  y su hijo Sader Issa acontecido en Siria.

En tal sentido, este caso es un ejemplo de que todos merecemos respeto cualquiera sea nuestra condición.


Escrito por: @janaveda

Edición e imágenes: @fermionico


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