Todas son familias 

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El pequeño Antonio es muy suspicaz, todo lo quiere aprender. Desde hace días le ha causado curiosidad un pequeño libro que reposa en una apartada repisa entre el comedor y la cocina. Le ha preguntado a su madre y ella le ha respondido: —es el silabario, lo usé en la escuela para aprender a leer.  

La palabra leer se le queda metida entre los oídos, sabe que tiene que ver con descifrar los pequeños signos que ve impreso en las hojas de papel. Decidido y con gran entusiasmo le pide a su madre que le pase el silabario y entre broma y seriedad comienza a aprender por su propia cuenta. 


Antonio se maravilla con las imágenes que va viendo en el desvencijado texto y poco a poco va avanzando en la asociación de las letras, las sílabas y las palabras.  

Su entusiasmo aumenta cada vez que logra descifrar una palabra. Todo va muy bien hasta que llega a la letra “F”, allí una de las palabras que aparece es “Familia”; al mirar la imagen el niño siente cierto desconcierto. Él entiende lo que significa una familia, la palabra le resulta conocida, la ha escuchado muchas veces en su casa.

Sin embargo, no le cuadra la imagen que ilustra la palabra. Allí aparece una señora, un señor, una niña y un niño, todos bien vestidos y arregladitos. Lo de vestidos y arregladitos lo acepta sin problemas,  porque aunque la mayoría de las veces los suyos andan casi en harapos, a veces, en alguna ocasión especial, como cuando van a misa o en el día de navidad, su abuela, su mamá, su hermana y él, desempolvan sus “ropas de gala”. 


Lo que si no le cuadra por ningún lado es el señor que aparece en la imagen, al lado de la señora. Ni en su casa, ni en las casas vecinas Antonio ve señores como ese, lo que ha visto siempre, desde el día que nació son señoras con sus hijos.  

Un poco aturdido con la extraña imagen, el niño le pregunta a su madre por qué ese señor aparece en la ilustración de la palabra familia. Su madre,  desacostumbrada a ese tipo de preguntas, trata de expresarle al niño la mejor respuesta: — Antonio, todas las familias no son iguales. Hay familias como esas en las que está presente la figura del papá y hay otras como las nuestras, donde solo estamos las madres con los hijos. Pero lo importante es que todas son familias. 


El niño queda parcialmente satisfecho por la respuesta. En el tono y la expresión de su madre capta que no debe seguir insistiendo sobre el tema. Pero una pregunta se queda rondando en su inquieta cabecita: ¿Y si todas son familias… por qué no ilustraron la palabra con una como la mía…? 

La pregunta del pequeñín es muy legítima. Y no es casual que en ese silabario no figure una ilustración de una familia como la de él, con la abuela, las tías, su madre y sus hermanos. 

En Occidente se ha establecido el modelo triangular de familia, en el que siempre está presente la figura de la pareja. Es un modelo que se ha mantenido a lo largo del tiempo en muchas sociedades. 

Sin embargo,  en el mismo Occidente diferentes circunstancias históricas han configurado familias distintas, tal  como la de Antonio, en la que lo común es las madres con los hijos. 


Este tipo de familias no tiene porque ser descalificada al compararlas con el modelo triangular. No son familias insuficientes o deficitarias. Ellas cumplen con la función de protección y formación de las personas que nacen en su seno. Los proveen de valores, de afectos y de todos los rasgos necesarios para que puedan ser sujetos funcionales en la sociedad. Sencillamente se trata de una familia distinta. Y no debe ser el único tipo de familia existente. 

Cada quince de mayo, las Naciones Unidas (ONU), celebra el Día Internacional de la Familia. Ha querido el Organismo  Internacional que esta fecha sirva para sensibilizar a la opinión pública sobre la necesidad de brindar la protección necesaria para que las familias puedan cumplir su papel en la formación de las personas. 


Nuestro tiempo se caracteriza por tener un ritmo muy acelerado, los cambios se suceden a velocidad de vértigo. Los movimientos sociales, las migraciones (forzadas o voluntarias),  van reconfigurando la realidad de los grupos humanos. En muchos casos se producen reagrupamientos distintos a los tradicionales. 

En ese contexto es necesario ampliar nuestros conceptos de lo que es la familia, abrirnos a la posibilidad de lo nuevo.  

La familia triangular sigue siendo un modelo, eso es indudable, pero ya no el único. Lo más saludable es aceptar esas nuevas realidades de los grupos familiares. No hace nada bien, etiquetarlos para luego descalificarlos, eso solo sirve para abrir las puertas a la discriminación. Lo importante es que esos grupos familiares cumplan su función de preparar sujetos para la vida social, en un marco de respeto, aceptación y tolerancia.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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