El milagro de las telecomunicaciones | Contenido Original

La mayor parte del tiempo damos las telecomunicaciones por sentadas. Las creemos un derecho y jamás tenemos conciencia sobre el milagro que ellas significan. Al cursar estudios universitarios, nos decantamos por la ingeniería de sistemas, pero en la universidad a la que asistimos la especialidad estaba orientada a las telecomunicaciones.

Así las cosas, recibimos un título que nos identifica como ingeniero de sistemas, mención telecomunicaciones. Y la ventaja de tal condición es saber los intrincados secretos de las señales. Éstas son el principio de todo y como fenómeno físico, su estudio nos obligaba a comprender las propiedades de ellas para poder encausarlas a través de la intrincada malla de las redes comunicacionales.


Tuvimos excelentes profesores y puedo recordar al principio no fue muy entusiasta mi disposición para aprender; sin embargo, a medida que la carrera fue avanzando y además, se revelaban la virtuosidad de las señales, me enamoré perdidamente de mi profesión. No podía creer la cantidad de soluciones que brindaba una señal y el milagro que significaban años de estudios acumulados desde el principio de la especialidad.

Poner al alcance de la mano de miles de millones de personas el conocimiento, era algo que soñaba Gutenberg cuando inventó la imprenta. Solo que no sabía podía hacerse con mucha más eficiencia. Y estábamos ahí, aprendiendo armar prototipos de satélites, estudiando las perturbaciones de las señales, armando circuitos de redes, montando tableros de control, en fin, maravillando nuestra materia gris con todos los armatostes habidos de la imaginación humana.


Cual soldados en la difusión del saber, formar parte de una camada de nuevos adalides en la repartición de las ondas, nos hacía pensar en la inmensa responsabilidad que significaba buscar colocar cada paquete de señales en su destino. Y sí, puede pensar mi estimado lector que exageramos, pero es comprensible disminuir el papel tan importante de la ingeniería en telecomunicaciones. Al final, cada ingeniero está allí por un pago, pero el legado sobre el impacto del saber, jamás será reconocido.

Ahora bien, la sociedad alcanzó un grado tal en el dominio de la tecnología, que ha sobrepasado las capacidades cuando no ha sido capaz de impulsar a quienes se debieran de beneficiar. Los cinturones de miseria alrededor de las ciudades del tercer mundo lo atestiguan. De nada sirve hacer esos esfuerzos sólo para quienes pagan. Con sociedades mejor educadas, los pueblos pueden cerrar la brecha entre los más desposeídos con los que llevan una vida mínimamente digna.


Otras de las brechas a cerrar es la ignorancia sobre las TIC de las personas en edad dorada. La esperanza de vida ha aumentado a tal grado que muchas personas cerca de esta etapa o imbuida en ella están perdiendo la oportunidad de ser más productivos. Y, la cada vez mayor demanda de profesionales actualizados, hace que una gran franja de personas pasen a engrosar la lista de desempleados. Así las cosas, los gobiernos y las grandes empresas debieran aprovechar una masa de personas que podrían ayudar a construir el mañana.

El acceso a las TIC con ayuda de las telecomunicaciones, ya han probado que una vida marginada puede convertirse en una vida productiva, tan solo con una oportunidad. Los desafíos de las sociedades del tercer mundo, pasan por incluir a los marginados en la productividad. Pero para que esto suceda, el acceso a redes de información debe ser un asunto de estado y las telecomunicaciones las herramientas para delinear esas políticas.


Los 17 de mayo de cada año se celebra el Día Mundial de las telecomunicaciones, sancionado por la Organización de Naciones Unidas con el fin de «sensibilizar sobre el importante papel que desempeñan las telecomunicaciones/TIC a la hora de ayudar a las personas a mantenerse sanas, conectadas e independientes tanto física, emocional como financieramente» además de «fomentar iniciativas destinadas a promover las tecnolog​ías digitales para las personas de edad y el envejecimiento saludable, y contribuir a la Década del Envejecimiento Saludable de la ONU.»

Sin la firme convicción de los gobiernos, podríamos perder un gran contingente de personas valiosas. Sin el concurso de las grandes empresas, la oportunidad de inclusión será mínima. Y no hay nada menos costoso para el sector salud, que contar con personas plenas y productivas a edades avanzadas. Que la edad dorada sea eso, un compendio mínimo de condiciones para vivir con dignidad.


Escrito y diagramación: @fermionico


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