El mundo hasta el siglo XVIII era bastante homogéneo. No es que todos los países estuvieran al mismo nivel, eso -por supuesto- no ocurría. De hecho en ese siglo, el extenso conocimiento del mundo físico más un gran avance en la generación de nuevas ideas, facilitaron la expansión de Europa, la conquista de nuevos territorios y el crecimiento de los imperios.
Pero aún así, con todas esas diferencias, el planeta estaba bastante equilibrado. El impacto producido por los centros de poder era leve, muchas regiones estaban desconectadas de las demás y se sostenían por sí mismas.
Para ese tiempo las brechas entre los países que tenían mayor conocimiento o desarrollo y los que tenían menos, no era tan grande como para poner en evidencia una asimetría entre riqueza y pobreza. Aún los pueblos más atrasados, los más pobres, tenían un nivel de vida que les permitía vivir con cierta holgura.
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La razón de ese equilibrio era relativamente sencilla: para ese tiempo, la mayor parte de las actividades productivas estaban ligadas a la tierra. La agricultura y la cría seguían siendo el soporte fundamental para la vida de las sociedades. Aunque había muchas ciudades importantes, distribuidas por todo el planeta y el mundo era esencialmente rural.
Con la llegada de los siglos XIX y XX los cambios se aceleraron. La industrialización cobró un impulso inusitado. Los bienes producidos industrialmente comenzaron a imponerse en el gusto y en la necesidad de los consumidores, estos tenían mayor valor agregado y eran más variados. Las ciudades crecieron y con ellas el consumo de bienes industrializados.
A medida que crecía la industrialización fue inevitable el deterioro de los términos de intercambio, los productos industriales acumulaban más valor que los agrícolas, generaban más ganancias. Aquellos países que vivían de las actividades de la tierra se fueron rezagando. La industrialización se impuso como modelo de desarrollo.
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Esa nueva dinámica económica le dio un nuevo rostro a la geografía mundial. Ahora sí se podían identificar claramente zonas donde había una gran riqueza y otras donde predominaba la pobreza. La distancia entre las sociedades pobres y las ricas creció inexorablemente. Las desigualdades se profundizaron de modo impresionante. Por primera vez en la historia de la humanidad, la pobreza se extendió como una epidemia.
Con el fin de la segunda guerra mundial el mundo empezó a ocuparse seriamente del problema de la pobreza. Organismos como Naciones Unidas (ONU) comenzaron a proponer estrategias para superar la situación. En los sesenta y los setenta se pensaba que todos los pueblos podían unirse a la autopista de la industrialización, se pensaba que era la única vía para salir del atraso.
Por esos años se crearon un conjunto de organismos dependientes de las Naciones Unidas con la finalidad de encontrar alternativas de desarrollo para los países rezagados, entre estos destacaron, la Comisión Económico para Asia y el Pacífico (CESPAP), creada en 1947. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), creada en 1948 y la Comisión Económica para África (CEPA), creada en 1958.
Estos organismos funcionaron como focos difusores de nuevas ideas. Ejercieron una fuerte influencia en las planificaciones de los Estados. Sirvieron de referencia para los gobiernos interesados en mejorar la situación de sus sociedades.
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Sin embargo, al final de siglo la evaluación de los programas puestos en práctica en los países atrasados, para superar la pobreza y alcanzar el desarrollo, arrojaban un balance negativo. El problema de la pobreza se mantenía en la mayoría de los países.
Con la llegada del nuevo milenio se comenzaron a repensar las cosas; el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), implantó una nueva propuesta llamada “la economía creativa”. El gran objetivo de esta iniciativa es: “encontrar nuevos causes de desarrollo que estimulen la creatividad y la innovación en la búsqueda de un crecimiento y un desarrollo sostenibles, equitativos e inclusivos.” Informe sobre la economía creativa, edición especial, 2013 Unesco, PNUD, versión digital, disponible aquí.
La gran novedad de este enfoque de la economía creativa es que reconoce la necesidad de tomar en cuenta las particularidades de cada sitio. A diferencia de las propuestas de desarrollo puestas en práctica en el siglo XX, donde las recetas económicas eran iguales para todos, ahora se reivindica la importancia que tiene la creatividad, la diversidad, la innovación, la cultura, para superar la pobreza de los pueblos.
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La principal premisa de este nuevo enfoque es que el desarrollo de los pueblos puede tener muchos caminos. Es por eso que la ONU en sus días internacionales ha fijado el 21 de abril de cada año como el Día Mundial de la Creatividad y la innovación. La intención de esa fecha es crear conciencia de que la verdadera riqueza de las naciones está en su creatividad. Un recurso inagotable, que puede tener infinitas posibilidades y que puede ser estimulado permanentemente.
El internet es un gran recurso que aporta la tecnología para aprovechar al máximo la creatividad. Nuestro mundo tiene una característica muy particular, está interconectado, eso nos brinda la posibilidad de tomar contacto con cualquier persona, en cualquier parte del mundo, en cualquier momento. Una gigantesca puerta que se abre para poner en práctica todo tipo de proyectos que ayuden a superar los problemas crónicos de la economía de los países.
Lo importante de esta propuesta es que ya comienza a mostrar resultados positivos. En el informe que les menciono aparece un dossier de experiencias donde la creatividad está resolviendo situaciones concretas. Entre ellas, el caso de Nollywood (P,21), una industria cinematográfica de Nigeria, de bajo presupuesto, que cada día eleva más sus niveles de calidad y que funciona principalmente con la distribución de DVD en una cadena de pequeñas tiendas. Una fuente de trabajo para muchas personas.
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También en el área audiovisual, el caso de una comunidad de jóvenes indígenas de Guatemala, (p.45) donde los jóvenes exploran la creación de películas a partir de las peculiaridades de su cultura.
El Book Café,(P.61) en Harare, Zimbabue, creado por un grupo de entusiastas emprendedores para difundir la lectura de obras que estaban vedadas en su país y que ha ido creciendo hasta transformarse en un gran centro cultural. Son muchos los ejemplos que muestra el estudio, en todas las áreas que van desde manifestaciones artísticas, rescate de espacios públicos, agricultura, excavaciones arqueológicas, paisajismo, en fin…
La creatividad y la innovación abren nuevas oportunidades para resolver nuestros problemas, es cuestión de atreverse con decisión y compromiso.
Escrito por: @irvinc
Editado por: @fermionico
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