Cuando el nido se queda vacío… | Contenido Original

La reproducción se nos presenta como un proceso biológico que nos permite dejar descendencia y esto no es más que la huella, de cualquier ser vivo en la naturaleza o la perpetuación de los caracteres de los padres en la progenie, que seguirán en el planeta gracias a la herencia. Cuando hacemos un análisis de los procesos reproductivos de las especies del reino animal notamos que, a medida que avanzamos, el número de crías va disminuyendo y el gasto energético en el cuidado de la cría aumenta.

El cuidado parental se nos presenta entonces, como una estrategia evolutiva de comportamiento que los padres utilizan para asegurar que sus descendientes lleguen a reproducirse y con ello asegurar la sobrevivencia de su linaje genético. Esta habilidad evolutiva ha sido observable en algunos insectos sociales (hormigas, abejas) peces, aves y con mayor frecuencia en los mamíferos.

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Fuente: Pixabay


En todos los grupos animales no ocurre lo mismo, pues algunas especies – sobre todo en peces, anfibios y réptiles- colocan o desovan los huevos fecundados en algún sitio poseedor de buenas condiciones y luego los abandona. Los progenitores no tienen participación en el cuidado de las crías, razón por la cual colocan grandes cantidades de huevos, de manera tal que al menos -si son afectados por algún elemento en la naturaleza- algunos queden vivos.

¿Buenos o malos padres?

Evaluar esto sería emitir juicios sociales, que a nivel biológico sencillamente no existen. El fin último de una especie es dejar descendencia, sin embargo, no todos los animales tienen la suficiente energía para cuidar a los descendientes, y más si el número de huevos es tan elevado. Este grupo mantiene una alta aptitud Darwiniana (numerosas crías), pero el éxito reproductivo, que tiene que ver con el cuidado de la descendencia hasta su edad reproductiva, disminuye.

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Y es que cuidar las crías requiere mucha energía, sobre todo para la madre, quien generalmente se ocupa de los cuidados de los descendientes, mientras el macho, tal vez vigila y en ciertas situaciones también la releva. En los mamíferos, a diferencia de otros animales, ocurren dos procesos que contribuyen hacia el apego en el cuidado de la cría, y son la gestación y lactancia.

La gestación entonces permite a la madre mantenerse cerca de su descendiente desde los primeros estadios celulares y embrionarios, en los que ha tenido que cuidarse para asegurar su nacimiento, y una vez que nace, dedicarse a amamantarlo y protegerlo. Algunos de estos pequeños, en pocos días ya andarán corriendo detrás de ella, buscando sus mamas cuando tenga hambre, pero en otros casos, como es el de la mayoría de los descendientes de los primates y del género Homo – los bebés humanos- pasará bastante tiempo para que pueda mantenerse por sí solo.

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El cuidado de la cría en los seres humanos

En el hombre, el cuidado parental se hace más prolongado, pues no solamente se busca asegurar que sus descendientes lleguen a la etapa reproductiva (que a veces es para la que menos nos preparamos como padres) sino que se suman otras variables que son producto de nuestra evolución cultural.

La meta de los padres es consolidar el crecimiento de ese descendiente desde lo físico, social, moral, intelectual, emocional o conductual, y hasta económico, incluso hasta gran parte de su adultez. Y cuando ese adulto se reproduce, en la mayoría de las familias, se comienza con el cuidado de los nietos, lo que genera que, los progenitores nunca dejen de estar ocupados en el crecimiento de su progenie, en tantas generaciones pueda estar.

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La inversión parental entonces (gasto de tiempo, recursos y esfuerzo en el fortalecimiento de la descendencia, por parte de sus progenitores) es sumamente elevada y único en el caso de los humanos, hecho que contribuye a que el apego emocional sea tan fuerte que, nuestras emociones cambian cuando llega el momento en el que nuestro NIDO se queda VACIO.

¡Se quedó vacío el hogar! ¡La cría abandonará el nido!

Lo cuidamos desde que nos enteramos del embarazo, vimos sus primeros pasos, le enseñamos las primeras palabras, se dormía en nuestro regazo, lo llevamos a la escuela, celebramos cada cumpleaños, compartimos su comida favorita, conocimos a su primera noviecita o noviecito ¡Creció tanto y no nos dimos cuenta! Y ahora llegó el momento de seguir solo su camino …

¿Cuántas veces hemos visto a un ave llorar porque su cría aprendió a volar y dejó el hogar? Pues tal vez la respuesta sea ninguna, y es que nuestra evolución cultural cambió la mayoría de las respuestas del juego biológico-evolutivo. La independización de nuestras crías, de acuerdo a las investigaciones de los científicos del área emocional-conductual, debería ser algo normal en la mayoría de nuestros hogares.

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Las familias no son estáticas

La familia como todo sistema, no es estática, pues son muchas las variables que la rodean, pudiendo estar entre estas, las propias de la biología, el número de individuos, la educación, la interacción social, la calidad de vida, el nivel económico, el manejo emocional, entre otros elementos. No debemos olvidar entonces que, al igual que cualquier ser vivo los individuos que conforman una familia “nace, crecen, en la mayoría de los casos se reproducen y mueren”.

Y es en esa etapa de crecimiento y reproducción, coadyuvado por el hilo constructor en el que hayamos basado la crianza, generalmente tejida con valores, saberes y aprendizaje, en la que los hijos deben planear su futuro, como especie y como ser social-profesional y emocional.

Podemos decir entonces que:

La familia se inicia con la pareja, posteriormente viene el nacimiento y crianza, luego las crías llegan a la adolescencia, se logran las metas de los padres tal vez a nivel profesional, y ya hay necesidad de independencia. Al llegar esta fase, se asoma la etapa del nido vacío, donde la pareja vuelve a quedar sola nuevamente, con un acervo de recuerdos y anécdotas de una vida con los hijos.

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Sentimientos propios de un nido vacío

Debemos recordar: el hecho de que los hijos se independicen no quiere decir que vamos a ser olvidados. Los síntomas o sentimientos que se acentúan los primeros días en los que la pareja -o un solo progenitor- queda solo, pueden ser:

  • Fatiga, malestar o debilidad sin tener alguna patología.
  • Sensación de vacío emocional
  • Depresión transitoria
  • Falta de concentración
  • Sentir que el tiempo no pasa o que ya no se tiene mucho que hacer
  • Pérdida del apetito
  • Insomnio y ansiedad.

Cuando el apego no es bien dosificado y no nos preparamos emocionalmente, algunos de estos síntomas pueden intensificarse, lo que ameritaría la ayuda y el acompañamiento de las personas cercanas y profesionales en el área.

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Acompañamiento y estrategias para aprender a vivir con el nido vacío

La educación emocional parece ser la clave para manejar esta difícil etapa del ciclo familiar. Educar a los hijos, desde un principio con base a la independencia y emancipación, bajo una buena dosificación de los apegos, sin llegar a dejar las responsabilidades parentales, puede llegar a ser de mucha ayuda.

Debemos recordar que, cuando los hijos hacen su vida propia y se encargan de sus compromisos están demostrando todo lo que se le ha enseñado en el hogar, situación que nos debe hacer sentir orgullosos, si lo hicimos con responsabilidad y bajo los valores necesarios para ser un buen ciudadano, al final de cuentas ¡sus éxitos también serán nuestros!

Podemos también ver este espacio de soledad en casa, para fortalecer la relación de pareja. Hablar, compartir, cocinar, caminar, emprender y realizar todas aquellas cosas en casa o fuera de ella, que no se podían hacer por falta de privacidad o compromisos, puede ser una buena estrategia.

Compartir con los amigos que también han pasado por la misma situación puede llegar a ser fortalecedor. Hacer ejercicio, practicar meditación, leer o dedicarse a una actividad diferente a las que antes realizamos, suena bastante interesante. Además recuerda que, afortunadamente los adelantos tecnológicos creados por el hombre hoy te permiten escuchar su voz, hacer una videollamada, compartir fotos, notas de voz, crear grupos familiares extensos, viajar en avión y otras, que nos pueden mantener informados de la salud y el desenvolvimiento de nuestra cría en su nueva vida.

Educar a los hijos para irse y aprender como padres a dejarlos volar, es hoy uno de los grandes retos que se presentan en muchas de nuestras familias.

Escrito por: @alexaivytorres

Editado por: @fermionico


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