Viajar ¿es un placer? | Contenido Original

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Cavilando el escrito para Contenido Original, nos encontramos revisando el calendario sobre los días de Observancia Internacional y encontramos que el día 27 de Septiembre de cada año fue instaurado por la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.), como el Día Mundial del Turismo (ya les habíamos contado en una publicación anterior: es una de nuestras “fuentes” de información, cuando no hayamos un tema a tratar por “muto” propio).

 

¿Viajar? ¿Acaso hay algo mejor? ¿No es uno de los placeres de la vida? Una de las cosas que el ser humano promedio no sabe: viajar, te entrega una nueva perspectiva del mundo, de la cultura y del ser humano en sí mismo. Jamás regresas a tu país siendo la misma persona ¡Claro! Tu esencia primigenia no cambia, pero el modo como miras la vida, ya no podrá ser el mismo.

 

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Para ahondar un poco en la perspectiva que da viajar a otros países y culturas, hicimos una consulta en Google sobre cuáles eran los placeres de la vida y no conseguimos que el viajar fuera uno de estos. ¿Raro? Pues no. Viajar, sólo resolvería uno de los placeres de la vida relacionado con satisfacer nuestra innata curiosidad. Apagar el ansia de conocimiento.

 

 

¿Todos los seres humanos le dan la misma importancia al viajar? Tampoco lo creemos. Explorar es algo que no se puede permitir demasiadas personas en el mundo, a pesar que las estadísticas sobre el aumento de vuelos y turistas, rompen todos los records año tras año.

 

¿Entonces? ¿Qué hace tan especial el viajar? Para responder a esta pregunta, primero tenemos que determinar el motivo por el cual se viaja, porque existen muchas personas que viajan solo por trabajo, jamás por placer. Y he ahí, uno de los resultados de viajar en demasía para las personas que lo tienen como rutina: prefieren estar en casa, cuando no están trabajando.

 

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Pero ¿Y los que viajan por placer? También acá hay que detenerse. Sí. Resulta que algunas personas viajan porque no tienen más remedio: les gusta complacer familiares, pareja o amigos. La verdad sea dicha: viajar es una tortura para ellas, porque en su más sano juicio, no tomarían un avión, así les regalaran el pasaje en primera clase a cualquier destino sobre el globo terráqueo. No confiarían su vida a un armatoste fabricado por el ingenio humano y que se estrella muy rara vez.

 

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Sólo, entonces, nos quedan los individuos que les apasiona viajar por convicción; aquellos que aprendieron de sus padres por imitación o que escucharon decir a alguien: “el dinero se va, pero los recuerdos quedan” o “viajar es el mejor recuerdo que puedes comprar”, entre otras frases que el argot popular ha creado para subrayar la importancia que tiene viajar, para algunos.

 

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Y viajar ¿Por qué? ¿Para qué? Preguntas difíciles cuyas respuestas están guiadas por una serie de creencias, convicciones y limitaciones. Lo cierto del caso: viajar es como ser un científico, sin tener esa profesión. Ser investigador por obligación. Psicólogo por necesidad. Atleta por la demanda física. Lingüista por exigencia. Podríamos enumerar muchísimas profesiones que tendrían su mención honorífica en esta lista. Pero creemos que viajar, primordialmente, es un viaje hacia el interior de nuestro ser cuando, paradójicamente, estás viviendo la globalidad humana.

 

 

¿Por qué aseguramos tal temeridad? Las miles de anécdotas y experiencias de un viajero, permiten permear su comportamiento, cuando por vez primera y de manera sucesiva, enfrenta cada viaje que hace. Ninguno es parecido a otro, porque todas las situaciones de viaje son únicas. Y se acumulan una tras otra. Imperecederas, habrá algunas que olvides, pero la mayoría le recuerdas con mucha nostalgia. Sí. Aquella misma nostalgia que hace querer repetir, cada vez que el tiempo y el presupuesto lo permite.

 

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Y así, poco a poco, descubres cosas de ti que no querías ver hasta que las consigues en el comportar de otros seres y la manera de ver al mundo de otras culturas. En definitiva, viajar es como una aventura que interrumpes cuando regresas al hogar, para seguir con tu día a día.

 

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Pero viajar también deriva en una serie de desafíos para el planeta, es la actividad económica que deja mayores réditos, pero también una de las más contaminantes. Entonces viajar, derivará forzosamente en una acción susceptible de ser regulada internacionalmente, para convertir el viajar, en algo sustentable y sostenible para el ambiente.

 

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Pongamos como ejemplo el combustible que consumen los aviones. Cada día los fabricantes construyen aeronaves mucho más eficientes que en el pasado, queman combustible fósil de una manera que antes era imposible, en vista las limitaciones de la tecnología para su momento. Pero falta mucho por hacer para que los residuos de la aviónica dejen ser un problema en las cuotas de contaminación. Las mismas poblaciones que se desplazan, producto de conflictos bélicos o desastres naturales, a donde quiera que llegan estas masas causan un impacto ambiental que rompe equilibrios.

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Y es ahí donde está el verdadero reto de viajar: hacer del equilibrio entre viajante y naturaleza, algo que pueda salvaguardar nuestro planeta para las futuras generaciones.

 

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Escrito por: @fermionico

 

Gráficado por: @equipodelta

 

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