Conciencia para la paz | Contenido Original

Ante una manada de gacelas un león hambriento sigue un patrón de comportamiento. Acecha y acecha hasta lograr la estampida, sabe que en la dispersión del grupo está su fortaleza. En la huida siempre quedará una gacela rezagada, la más débil, esa será su presa. Este patrón se repetirá una y otra vez, no importa de cuál león se trate, es común para todos los de su especie. Es un comportamiento que nace con él, inscrito como una huella en algún lugar de su ser, con la misma fuerza que el código genético, inalterable, permanente, es lo que llamamos instinto. El león no tiene que decidir, solo actúa. Hasta el final de sus días repetirá su método de caza sin mayor modificación.

Un soldado, ante un enemigo herido en el campo de batalla, no la tiene tan fácil como el felino. Está obligado a decidir, por su mente se despliegan un abanico de posibilidades: ¿lo remata para acabar con su vida? ¿Lo deja a su suerte y sigue de largo con indiferencia? ¿Se apiada de él y busca la forma de socorrerlo? La decisión que tome será el resultado de una valoración de sus códigos morales, actuará de acuerdo a su conciencia.


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Fuente: Pixabay


A diferencia del león, que se mueve solamente a nivel del instinto, los humanos tenemos un horizonte más amplio para decidir. Desde el nacimiento nos acompaña una cualidad que nos permite evaluar nuestro comportamiento, genéricamente la llamamos conciencia. Según ella podemos darnos cuenta de cómo hemos actuado. Un paso indispensable para poder decidir si mantenemos o no ese comportamiento, si corregimos o seguimos igual. Todas nuestras respuestas son el resultado de alguna elección que hacemos sobre un repertorio de opciones, a veces por impulso y otras usando un gran mecanismo exclusivo de nuestra especie, la reflexión.

Por algún motivo en el momento de la creación fuimos dotados de la capacidad de reflexionar. Esto nos permite evocar una y mil veces cualquier situación vivida para distanciarnos de ella y volver a revisarla en frío, sin la tensión propia del momento en que pasó. Gracias a eso podemos evaluar y reconsiderar todo lo que ha ocurrido en nuestras vidas y llegar a conclusiones que nos permitan avanzar en los proyectos individuales y colectivos. Conciencia y reflexión son la base para la construcción de un mundo humano.


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Fuente: Pixabay


En el largo proceso de nuestro actuar consciente los humanos hemos ido construyendo los códigos morales que usamos en la vida social. Son el resultado de un acuerdo, de un consenso en el que se acepta y se rechazan comportamientos, públicos y privados; en el que decidimos qué llamamos bien y qué llamamos mal. Los códigos morales son una especie de pacto de convivencia, sin ellos la sociedad queda abandonada a la fuerza de los instintos y es muy difícil que se pueda continuar el desarrollo de la civilización.

Una rápida mirada a nuestro mundo nos muestra un panorama desconcertante… algo está fallando a nivel de la conciencia. Es fácil darse cuenta que nuestras valoraciones de la vida permanecen en déficit. Hay problemas como la guerra en los que no se perfilan perspectivas de solución inmediata. Seguimos enfrascados en enfrentamientos fratricidas que impiden la consolidación de una sana convivencia. Es paradójico que hayamos avanzado tanto en el dominio tecnológico y que eso no sea suficiente para dar cabida a una cultura de paz.


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Fuente: Pixabay


Las guerras y los enfrentamientos son una pesada rémora que no tiene justificación en los tiempos actuales. De todos los inventos de la humanidad este es el más inútil que podemos mantener. A excepción de los grandes productores de insumos bélicos, todo el mundo pierde con la guerra como mecanismo de solución de conflictos. Se pierden vidas, se pierden bienes, se cancelan esperanzas de futuro.

Además, en un mundo amenazado por tensiones permanentes es difícil concentrarse en la solución de los diferentes problemas creados por una población cercana a los 7.000 millones de habitantes. Por primera vez desde que comenzamos nuestro andar en este planeta, hemos llegado a un momento en el que la amenaza a nuestra supervivencia se convirtió en algo serio. Ya no es un tema de ficción que autores con mucha imaginación hayan dejado plasmado en algún libro ingenioso o en alguna película interesante. Los problemas previstos, que parecían muy lejanos e improbables, nos han alcanzado. Están aquí. Ahora.


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Fuente: Pixabay


Pareciera impostergable darle un sacudón a la conciencia. Mirarnos con detenimiento, reflexionar con esa mente maravillosa que tenemos y preguntarnos: ¿qué estamos haciendo? ¿Cómo cada uno puede dar algún aporte en la promoción de la paz como forma de vida? Estamos a tiempo. Es importante encontrar los códigos morales que permitan generar acuerdos de convivencia efectivos y duraderos.

Las nuevas generaciones merecen una oportunidad. Cualquier esperanza de seguir manteniendo la vida en nuestro planeta pasa por el cultivo de una auténtica cultura de paz. Solo desde allí podemos encontrarnos para corregir los desequilibrios que hemos creado.

Escrito con motivo del Día Internacional de la consciencia


Escrito por: @irvinc

Edición y montaje: @fermionico


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