Es hora del té… | Contenido Original

En una mañana de domingo, donde la luz del sol bañaba las cosechas y la brisa estaba tan tenue, que a duras penas llegaba a mover un poco las hojas, estaba un señor no tan mayor, con algunas décadas ya vividas, se dejaban entrever en el brillo de las pocas canas que adornaban su cabellera o en las pequeñas arrugas que adornaban su rostro. Este señor era uno de los sabios de su localidad, el cual tenía como pasatiempo el compartir la sabiduría que la vida —para bien o para mal— le había otorgado con base en sus experiencias y vivencias.

fotografía por 五玄土 ORIENTO en Unsplash
 

Este señor tenía la fama de tener una historia para cualquier pregunta que se le hiciera, sin importar el tópico, sin importar el contexto. Esto llegó a oídos de muchísimas personas que —ya fuera por diversión o por malicia— intentaron probar que dicho rumor era verídico, por lo que decidían emprender la aventura de ir a visitar su templo.

Cada persona que visitaba al sabio, se iba con su duda respondida, aún si la pregunta no tenía mucho sentido, o era una pregunta «tramposa», no había manera de hacerlo fallar, porque siempre tenía una anécdota que se pareciera a la pregunta que se le realizaba. Al finalizar la tarde, el sabio recogía su cosecha de hojas y brotes, para llenar su tetera y tomarse su respectivo té antes de ir a dormir, por el bien que le hacía a la mente y al cuerpo, y un día, tocaron a su puerta.

Fotografía por Masaaki Komori en Unsplash
 

— Bienvenido a mi humilde morada, hijo, pasa adelante — dijo el sabio al visitante.

— Eh… está bien — respondió el joven visitante algo nervioso.

— ¿En qué puedo ayudarte? — pregunta el sabio.

— Me dijeron que tienes una anécdota para cualquier pregunta que te realicen, ¿esto es cierto? – pregunta el joven.

— Pues, toda persona que ha venido con dudas, se ha ido con la mente tranquila y despejada, así que no puedo decir que no he hecho mi trabajo — respondió el sabio con mucha calma.

— Muy bien… ¡tengo una pregunta! — dijo eufórico el joven.

— Puedes hacerla con confianza — respondió el sabio.

— He leído que hay muchos alimentos que nos hacen daño, a pesar de ser deliciosos y hay otros que aunque no son tan deliciosos, son muy saludables, entonces, mi pregunta es la siguiente: ¿existirá algún alimento que sea delicioso y saludable a la vez? — respondió con mucha curiosidad el joven.

— Esa es una pregunta muy buena y muy graciosa a la vez — dijo el sabio soltando una risa leve.

— ¿Tienes tiempo? Me gustaría que me acompañaras a la habitación de al lado — dijo el sabio con un tono de voz tenue.

— ¡Por supuesto, señor! — respondió el joven rápidamente.

— Muy bien, sígueme — dijo el sabio.

 

Fotografía por Hiep Duong en Unsplash
 

— Antes de responder tu pregunta, hijo, ¿podrías pasarme esa pequeña planta que ves allá al fondo del salón? — preguntó el sabio.

— Por supuesto, señor, ya se la traigo — respondió el joven.

— Muy bien, ahora, dame un momento porque necesito hacer algunas cosas y necesito saber algo sobre ti rápidamente — dijo el sabio muy seriamente.

— ¿De mí, señor? ¿Qué podría necesitar de mí? — preguntó el joven muy confundido.

— ¿Sufres de algún mal o alguna enfermedad que te moleste en este momento? — pregunta el sabio.

— Pues, no sufro de algo grave, pero en estos momentos me duele bastante el estómago, creo que mi almuerzo no estaba tan bueno — respondió el joven.

— Muy bien, no tardo, espérame acá en el salón, puedes sentarte donde desees, ya vuelvo para responder a tu pregunta — dijo el sabio.

— Entendido, muchas gracias por su hospitalidad — dijo el joven.

Luego de unos veinte minutos, el sabio vuelve con una bandeja y la coloca en la mesa con otros implementos y procede a llamar al joven para que se una a él en la mesa.

 

Fotografía por 五玄土 ORIENTO en Unsplash
 

— Joven, puedes sentarte conmigo, voy a responder tu pregunta por acá — dijo el sabio.

— ¡Oh! ¡Claro que sí, señor! — respondió el joven entusiasmado.

— Pero primero, quiero que tú me respondas otra pregunta — dijo el sabio con una sonrisa.

— Eh, señor pero, ya me hizo una pregunta antes, y yo aún espero mi respuesta — dijo el joven.

— Lo sé, pero esta es la última pregunta que te haré, lo prometo — respondió el sabio con una sonrisa.

— No lo sé, señor, he estado aquí ya casi una hora y aún no me ha respondido nada, creo que usted es un farsante — dijo el joven algo enojado.

— Tranquilo, te doy mi palabra de viejo que te responderé la pregunta si me dejas hacerte una pregunta final — insistió el sabio.

— Está bien, ¿qué quiere saber? — dijo el joven.

— ¿A qué sabe lo que está en el frasco blanco? — preguntó el sabio con firmeza.

— No puedo saberlo, porque no lo he probado — respondió el joven.

— Muy bien, entonces destapa el frasco, sirve un poco para ambos en estas tazas pequeñas y dime a qué sabe — dijo el sabio.

— Eh, está bien, lo haré — respondió el joven.

En ese momento, el joven probó el líquido que estaba en el frasco blanco, estaba bastante caliente, pero con un par de soplidos pudo bajarle un poco la temperatura para poder darle una probada.

— ¡Esto está delicioso! ¿Qué es? — dijo el joven eufórico.

— Eso, hijo mío, es la vida — respondió sonriendo el sabio.

— No lo entiendo — dijo el joven confundido.

— Fíjate, esta es una bebida que tiene muchísima historia, ha sido utilizada antes, durante y después de muchas ocasiones, de muchas anécdotas, de muchas circunstancias y el resultado siempre ha sido el mismo: un sabor exquisito y muchas veces extraño al paladar, dependiendo de la raíz que utilices para prepararlo — dijo el sabio.

— ¡Oh! Cuénteme más, me gusta esta historia, y creo que me acabé la primera taza, ¿puedo servirme más? — preguntó el joven muy eufórico.

— Por supuesto, ahora presta atención, que viene una buena historia — respondió el sabio con emoción.

El sabio estuvo durante un par de horas contándole buenas historias al joven hasta que se agotó la existencia de ese extraño pero delicioso líquido que estaba en el frasco blanco que él trajo hasta la mesa.

— Creo que se acabó esta bebida deliciosa, señor — dijo el joven algo decepcionado.

— En efecto joven, nos la hemos acabado completa — dijo el sabio.

— Qué extraño, ya no me duele el estómago, es como si este líquido extraño y delicioso me hubiese curado — dijo el joven confundido.

— Pues, en efecto, lo hizo, hijo mío — dijo el sabio sonriendo.

— ¿En serio? ¿Es una especie de poción? ¿Es usted un mago? — dijo el joven impresionado.

— Para nada, solo soy una persona que ama este tipo de bebida, y la prepara con diversas raíces que son cosechadas aquí en el jardín de mi templo — dijo el sabio.

— ¿Y cómo le llama a esta increíble bebida, señor? — dijo el joven.

— Antes de responderte eso, quiero que sepas que ya respondí tu pregunta — dijo el sabio sonriendo.

— Imposible, yo no escuché la respuesta — dijo el joven confundido.

— Lo que bebiste, era delicioso ¿cierto? Y además de eso, curó tu dolor de estómago, por lo tanto, es saludable, ¿estoy en lo cierto? — preguntó el sabio.

— ¡Sí! ¡Tiene razón! Esta bebida me curó el dolor de estómago y es demasiado deliciosa, así que sí, respondió mi pregunta, ¡esto es increíble! — dijo el joven muy animado.

— Excelente joven, lo has entendido, ahora, te explicaré, esto no es una «bebida mágica», es solo el regalo que nos da la naturaleza cuando la cuidamos y la respetamos con amor y con dedicación — dijo el sabio.

— ¿Y cómo se llama esta bebida entonces, señor? — preguntó el joven.

— Hijo mío, esto que hemos tomado el día de hoy, se llama Té.

 

Fotografía por 五玄土 ORIENTO en Unsplash
 

Este relato fue realizada en conmemoración del Día Internacional del Té, el cual se celebró el 21 de Mayo y que se decreta por orden de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas motivado al gran impacto que tiene esta industria en el mundo entero.

Este día fue creado para crear conciencia sobre las actividades en pro del cultivo y el consumo del té, porque además de ser una bebida que genera impactos positivos en la salud, la industria del té es uno de los sustentos y fuentes de ingreso más grandes que poseen muchos países en desarrollo, e inclusive países pobres, ya que, al requerir una buena mano de obra para la cosecha de la planta del té, esta provee de oportunidades de trabajo y por ende, es una manera de luchar contra la pobreza y la hambruna en el mundo.


Escrito y diagramado: @ilazramusic

Edición: @fermionico


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