Tabaco y juventud… | Contenido Original

Hay recuerdos vívidos en las vidas de los seres humanos, desde que se tiene uso de la conciencia, aunque haya pasado muchísimo tiempo. Y estos, muchas veces, marcan hitos dentro del transitar de cada persona por la razón que fuere. Generalmente, pueden ser positivos o no, pero separan la existencia de cualquiera en un antes y un después.

Uno de esos recuerdos, contiene la nefasta decisión de tomar en la mano un cigarrillo. Adolescente, como estábamos y contestatarios por naturaleza, nos pareció una manera cool de entrar en la adultez por varias razones, pero la primordial y que no veía por la inconsciencia, era la rebeldía generada contra las reglas de un liceo militar, en la que nos encontrábamos internados.

_{Fuente: Campaña antitabaquismo 2.020 Organización Mundial de la Salud}

Manipulación

Alguien dijo en el pasado: las peores cosas se aprenden en los internados y hoy día, en plena madurez, cuando lo revisamos en perspectiva, no deja tener razón la frase. Pero esto se relaciona con lo frágil de la psique en un muchacho de 12 años, creciendo dentro de un hogar donde las reglas eran vitales para entenderse, dentro de 9 integrantes: 2 adultos y 7 hermanos.

Libre de las reglas del hogar por estar en un instituto a 800 kms. de casa y sugestionado por las campañas publicitarias de televisión de la época, no prohibidas aún, donde mostraban que lo cool de la vida pasaba por tener un minúsculo cilindro de tabaco, rematado por un filtro y echando bocanadas de humo, mientras una escuela de chicas en bikini se montaban en un jeep que rodaba por la orilla de una playa, usted decidirá inteligente lector, por donde iban los tiros.

_{Fuente: Pixabay}

Infierno

Fue en uno de los baños a los que menos gente iba, por estar muy separado de las aulas de clases, un muchacho dos años mayor que yo me había plantado la idea hacía una semana y, finalmente, nos fugamos de clases cual terroristas para acometer la falta más grave que un alumno podía hacer, luego del asesinato (obvio) y la sodomía a otro alumno. Tal crimen era castigado con arresto o expulsión.

Aspiramos la primera bocanada y ¿adivinen qué? Casi se nos salen los pulmones por la boca. Fue una horrible sensación y el otro chico se reía a mandíbula batiente, en vista de su ya larga experiencia con el vicio de marras. Por supuesto: la negación (por el mal rato) y un sentimiento de victoria (pírrica, pero victoria al fín) del acto con la mayor carga contestataria que había hecho hasta entonces. Con los días y la práctica, desaparecieron las arcadas de tos, encaminado como ya estaba a engrosar la lista de adictos y clientes de las poderosas tabacaleras.

Vuelta a la sensatez