La pena como equipaje | Contenido Original

Las primeras explosiones no fueron suficientes para espantar el sueño, llegaron envueltas en bruma, un eco opaco disminuido por la distancia. De pronto las ventanas gritaron, el liviano techo de latón hacía coro a las ondas expansivas. Sobresaltada saltó de la cama, afanosa tomó de las manos a las dos niñas que aún dormían en un catre junto al suyo.

Una pequeña bolsa de plástico fue suficiente para empotrar no más de dos mudas de ropa. Corriendo y sin mirar atrás buscó alejarse del infierno. En la distancia pudo ver como el espacio de su casa era solo una nube de polvo. Había comenzado para ella una errancia sin retorno.


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Fuente: Pixabay


Así como nuestra desconocida, millones de personas han sido desplazadas de sus sitios de origen por motivos de la guerra; seres anónimos que lo han perdido todo, para los que la vida les cambió para siempre. Un buen día sencillamente su mundo se derrumbó.

De tener un lugar seguro, con una familia y alguna esperanza de futuro, fueron lanzados, por cuestiones del azar, a la total incertidumbre, sin la más mínima certeza de lo que les espera a ellos y a sus hijos. Para muchos la única opción es una nueva vida como refugiados.


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Fuente: Pixabay


Pero la guerra es solo uno de los motivos que espanta a las personas de sus sitios de origen. Según datos de la ONU cada minuto veinticuatro personas lo dejan todo para huir de la guerra, la persecución o el terror. La cifra es sobrecogedora, impresionante, impensable en el contexto de la vida que tenemos cada uno de nosotros. Es una mancha indeleble para un mundo que se precia de ser civilizado.

La existencia como refugiado es extremadamente complicada, conlleva muchos dramas. Uno de los más graves es estar en la condición de apátridas. Esa situación afecta a millones de personas en el mundo, de los que un tercio, según cifras de ACNUR, son niños.


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Fuente: Pixabay


Estos menores están privados de un derecho tan natural y elemental como es el de la nacionalidad, por lo tanto, no pertenecen a ningún lado, no son de ningún sitio, son parias.

Es frecuente que una buena parte de los niños nacidos en campamentos de acogida queden en una especie de limbo jurídico. Muchas legislaciones nacionales tienen normas rígidas para determinar la nacionalidad; haber nacido en un territorio no es condición suficiente para ser reconocido como ciudadano de un país. Si no eres de algún sitio, pues no existes, por lo menos jurídicamente.


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Fuente: Pixabay


La apatridia también afecta a los adultos. Es normal que las personas al huir de sus sitios de origen pierdan sus documentaciones, en ocasiones se vuelve casi imposible demostrar que sí poseen alguna nacionalidad. Sin documentos legales se ven privados de acceder a cualquier beneficio social, viven completamente al margen de la vida moderna.

Hagan un pequeño ejercicio de imaginación y piensen por un momento lo que significa vivir hoy, sin documento de identidad, sin pasaporte, sin tarjeta de crédito o cuentas bancarias. ¿Duro, no?


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Fuente: Pixabay


Otro problema igualmente grave para los refugiados es nuestra indiferencia y nuestros prejuicios. En países donde hay altas concentraciones de refugiados es común ver conductas racistas y xenofóbicas hacia ellos. Resulta demasiado fácil para las personas asociar al refugiado con una especie de invasor que viene a despojarlos de su estabilidad y sus beneficios. Cualquier revisión de los medios de información mundial es suficiente para constatar la presencia de tratos crueles y vejatorios hacia esas personas.

Para hacernos un llamado de atención sobre la difícil situación que viven los refugiados, las naciones unidas ha establecido cada 20 de junio como el Día Mundial de los Refugiados. Son varias las intenciones del organismo internacional al decretar una fecha como esta.


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Fuente: Pixabay


Por una parte, recordarnos que los refugiados están amparados por convenios internacionales que datan de los años 1957 y 1961, en esos documentos, de obligatorio cumplimiento por la comunidad internacional, se establecen una serie de condiciones para otorgar a los refugiados una serie de derechos que le faciliten la vida. Además, pretende el organismo internacional, que pongamos en nosotros una mirada empática hacia todas las personas que han tenido la desgracia de caer en esa situación.

Un asunto que debemos meditar es que no se llega a la situación de refugiado por una elección libre y personal. Son circunstancias extrañas a la vida de la persona las que le imponen esa forma de vivir. En un mundo tan convulsionado como el que tenemos, ninguno de nosotros puede apostar que está completamente a salvo. Un pequeño cambio de circunstancias nos puede colocar en una situación como esa.


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Fuente: ACNUR


Acoger a los refugiados es un gran gesto de humanidad, habla muy bien de nuestro nivel de civilización. Es una forma de demostrar, con hechos, que sì hay una disposición favorable para construir un mundo más amable, inclusivo, y donde todas las personas tengan el mismo valor.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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