De vez en cuando se puede pescar en el torrente de despropósitos que circulan por las redes sociales, algún dato o algún pensamiento que nos motive la reflexión. Por eso, aunque me he propuesto muchas veces no revisar contenidos de las llamadas “cadenas”, siempre termino traicionando esa promesa que me hago una y otra vez.
En una de esas violaciones a la promesa incumplida me topé con un bello texto dedicado a la casa de los abuelos. Allí, el anónimo autor hacía una reflexión sobre la importancia que tiene la presencia de “nuestros queridos viejos” para cohesionar y dar sentido a la unidad familiar, uno de los valores más grande que tenemos como seres humanos.
En todas las culturas anteriores a la nuestra los ancianos eran motivo de veneración. Intuitivamente las personas de otros tiempos reconocían al ancestro la importancia que tenía como posibilidad de creación del presente, porque la verdad es que sin ese anterior a nosotros, pues ninguno estuviera ahora, en este momento. Ese reconocimiento de que gracias a ellos hoy podemos estar nosotros debería ser motivo suficiente para agradecer a los ancianos, para considerarlos dignos de respeto, admiración, y merecedores de un trato especial por parte de la sociedad.
En la antigua sociedad agraria el anciano podía desempeñarse de modo productivo casi hasta el fin de sus días. Su conocimiento era consultado con frecuencia para tomar decisiones importantes que tuvieran que ver, no solo con la actividad productiva, sino también con aspectos importantes de la vida de la comunidad. Unas personas tan valoradas gozaban del apoyo y protección del grupo social, y lo normal era concluir el ciclo vital en el entorno amoroso del calor hogareño.
Con el advenimiento de la vida urbana las cosas se han ido complicando para las personas de mayor edad, las nuevas condiciones de vida atentan contra su estabilidad económica, física y emocional. Ahora los hogares son más pequeños por lo que cuesta hacerles un espacio a los mayores; las familias son menos numerosas, por lo que se ha reducido la cantidad de hijos y nietos para atenderlos; las nuevas actividades económicas requieren el uso de complicadas tecnologías difícilmente asimilables por los cerebros envejecidos.
Paradójicamente vivimos en una época que se ha empeñado en poner todos los recursos de la ciencia para otorgarnos más tiempo de vida, uno de los grandes logros del conocimiento científico ha sido alargar nuestra permanencia en la tierra. Sin embargo, paralelo a ese movimiento de la ciencia para vencer la barrera del tiempo de vida, no se han ido creando los mecanismos necesarios para garantizar una existencia digna a las personas mayores.
La pandemia se ha encargado de mostrar con toda su crudeza el drama de la vejez en el mundo contemporáneo. Una situación que se da con diferencias de matices en casi todo el planeta. En los países del primer mundo las residencias geriátricas se convirtieron en cámaras de muerte. Miles de personas de la tercera edad han muerto en esos sitios por falta de atención, al estar concentrados masivamente bajo el cuidado de un personal insuficiente.
En los países en desarrollo, a las fallas crónicas de las infraestructuras de salud para atender a los adultos mayores, ahora se ha sumado la migración de las nuevas generaciones, por lo que muchos ancianos han quedado solos para hacerle frente al temido covid-19.
En ambos grupos de países la saturación de los servicios sanitarios ha puesto a los profesionales de la salud en el difícil trance de tener que elegir entre el viejo y el joven, donde la primera opción es hacia el que puede mantener su lugar en la cadena productiva de la sociedad.
A menos que el covid-19 acabe masivamente con la población de la tercera edad, todo indica que en el futuro inmediato la población seguirá envejeciendo, por lo que el tema de la vejez sigue pendiente en la agenda de la sociedad.
Este pudiera ser un buen momento para relanzar campañas de concientización que estimulen la búsqueda de alternativas para garantizar una vida digna a los adultos mayores. De alguna manera la pandemia ha logrado hacernos un poco más sensibles, nos ha recordado la fragilidad de nuestra especie. Pudiera ser que en medio de esta conmoción mundial que estamos viviendo se abran los corazones para prestarle atención a ese tema que ha pasado desapercibido.
En la historia reciente de la humanidad hemos tenido momentos donde se han logrado consensos para avanzar en la solución de problemas comunes. Un ejemplo de eso son los notables avances alcanzados en el tema de los derechos humanos.
Es verdad que muchos de ellos se siguen incumpliendo, pero es innegable que la conciencia de que deben ser respetados no para de crecer. Como especie hemos demostrado que cuando tenemos voluntad podemos alcanzar grandes logros. Es hora de reivindicar la necesidad de solucionar el problema de la vejez desatendida.
Escrito con motivo del Día Internacional de las Personas de Edad, conmemorado el 1 de octubre pasado.
Escrito por: @irvic
Edición e imágenes: @fermionico