Cada día el barbado anciano realiza largas caminatas por la tranquila rivera del Caístro, el río a cuyas orillas se ha instalado el puerto de la ciudad de Éfeso, en la actual Turquía. En sus cavilaciones trata de encontrar la respuesta a un enigma que lo mantiene al borde del tormento: ¿de dónde se originan las cosas? ¿Cuál es la sustancia primordial en la formación del mundo?
Otros hombres de su tiempo han sido picados por la misma curiosidad se ha desatado en ellos un ansia de saber, con la que van a inaugurar una nueva época en la historia de la humanidad. Están dando origen a lo que recibirá el nombre de pensamiento filosófico.
Nunca sabremos en cuál momento —hace unos cuatrocientos años antes de nuestra era— Heráclito encontró la inspiración, en aquel fluir del agua del Caístro, para dejarnos una sentencia que ha marcado al pensamiento del mundo Occidental: En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]. Otra versión más conocida del famoso aforismo lo plantea en otros términos: “Nadie se baña dos veces en el mismo río porque todo cambia en el río y en el que se baña.”
En la conocida sentencia, el “Oscuro” —como también fue conocido Heráclito por su estilo de escritura aforístico— nos deja conocer su opinión a favor del cambio, era su aporte a uno de los grandes debates en la historia del pensamiento: la permanencia o el cambio. Un asunto que si lo tomamos en serio nos puede llevar a una discusión muy, pero muy interesante.
Pero no es motivo de este escrito profundizar en los temas filosóficos de los presocráticos. He seleccionado el planteamiento de Heráclito como una muestra del trabajo que iniciaron aquellos pensadores, quienes tomaron la iniciativa de dejar de lado una mirada ingenua de la realidad, en la que todo parecía natural, para adentrarse en la búsqueda de explicaciones a unos asuntos que antes nadie se había planteado.
Y no es que para el momento del nacimiento de la filosofía los hombres de esa época estuvieran huérfanos de explicaciones sobre los grandes temas que han inquietado la mente humana desde el inicio de los tiempos. Sí había una opción, contaban con los relatos provenientes de los mitos.
La explicación mitológica calmaba la angustia por dar respuestas a enigmas indescifrables como la creación del mundo, el más allá de la muerte y tantos otros… Pero lo novedoso de los nuevos pensadores fue que decidieron abandonar la seguridad que le ofrecía el mito para adentrarse en una búsqueda donde hicieron relucir la herramienta del pensamiento racional.
A partir de aquel esfuerzo la razón humana se convirtió en el camino más seguro para aproximarse a la búsqueda de la verdad.
Con el nacimiento de la filosofía nuestra especie adquirió un estilo de pensamiento con el que podría iluminarse durante toda su existencia. A partir de ese momento los hombres aprendieron a interrogar la vida y la realidad. Desde entonces no tenemos excusas para conformarnos con explicaciones fútiles, puesto que el llamado de los filósofos es a ejercitar el pensamiento crítico. El que nos puede llevar a las puertas de la sabiduría.
Por eso la filosofía nunca pasa de moda. Su método y su manera de acercarnos a la comprensión de la realidad son imperecederos.
En diferentes momentos a partir del siglo VI, antes de nuestra era, los hombres de cada época han tenido la necesidad de inmiscuirse en el movimiento de la vida para comprender los problemas de su tiempo. En cada caso la filosofía les ha facilitado el entendimiento, les ha marcado el camino para continuar sus búsquedas, en un incesante proceso de pensamiento reflexivo.
Nuestra compleja realidad debería ser una invitación permanente a ejercitar la reflexión, a romper con la indiferencia, a entrometernos en nuestras dinámicas vitales. Sin embargo, en el mundo globalizado en que vivimos, la inmediatez es la que marca la pauta de la vida. Vivimos de manera atropellada, sin digerir los que nos pasa, sin casi posibilidad de detenernos un momento a pensar serenamente.
En tales circunstancias poco nos ocupamos de buscar respuestas, nos limitamos a consumir las prescripciones que los medios ponen de moda. De ese modo vamos perdiendo el contacto con la realidad, vivimos sumergidos en fantasías mediáticas, creadas de acuerdo a intereses muy diversos. Mientras tanto, los grandes problemas mundiales se acumulan y amenazan la existencia y la convivencia civilizada.
La filosofía puede ser una gran aliada para soltarnos las vendas que nos impiden tomar consciencia de la importancia que tenemos cada uno de nosotros en la construcción de un mundo más humano. Cada tercer jueves de noviembre, la Organización de las Naciones Unidas ha decretado “El Día Internacional de la Filosofía”. Ha querido el organismo internacional con esa conmemoración reivindicar la importancia que tiene el pensamiento filosófico para encontrar las soluciones adecuadas y racionales a los problemas de nuestro tiempo.
Escrito por: @irvic
Edición e imágenes: @fermionico