Solidaridad indispensable | Contenido Original

Rafael  se levanta con las primeras luces de la mañana,  revisa su pequeño morral, mira que no falte nada: sus documentos de identificación, el cargador del teléfono, la botella de agua y  una barra de chocolate para el camino. Da un beso en la frente a su madre, se despide con alegría y marcha hacia la parada del transporte colectivo.

Como todos los domingos se dirige a una de las barriadas situadas en la periferia  de la ciudad. Allí se reúne con otros jóvenes estudiantes como él. Primero coordina  al grupo que organiza el lote de alimentos  donados por empresarios de la zona. Luego  al equipo encargado de prepararlo. Chequea toda la logística necesaria para lograr la meta. Ese día repartirán cien comidas a vecinos del lugar, gentes de pocos recursos que agradecen la acción de los muchachos.

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Al final de la tarde regresa al hogar. En el transporte público extrae la barra de chocolate. Mientras la saborea piensa cómo  lograr que otros muchachos se entusiasmen para incrementar el número de voluntarios.

En la cabeza de este joven estudiante ronda una preocupación,  no deja de preguntarse por qué sus compañeros de clases muestran poco interés por esas actividades dominicales. Le encantaría encontrar la manera de poderles transmitir  la sensación de bienestar que lo embarga  cada domingo, al ver la cara de gozo de las personas asistentes  a la multitudinaria concentración de comensales.

Rafael  sabe que  su interés por socorrer al prójimo le viene de la niñez, fueron muchas las enseñanzas de sus padres sobre ese tema.

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Recuerda con particular emoción un día que andaban en la calle de la mano de su padre. En un momento este detuvo la marcha, le señaló un grupo que yacía en la acera, una mujer con dos niños.

Con parsimonia agarró  la bolsa de pan  acabada de comprar  para la cena familiar; la puso en las manos de Rafael. «Anda» le dijo «Llévalas, ellos la necesitan más que nosotros» Al principio el niño miró a su padre con incredulidad, este asintió. Rafael, con un poco de temor dejó la bolsa en las manos de la mujer. Al regresar su padre lo miró y sonrió. Nunca ha olvidado lo feliz que se sintió luego de aquella acción…

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Por fortuna para todos en nuestras sociedades abundan los Rafael, siempre hay personas sensibles y solidarias que son capaces de mostrar su generosidad ante la dificultad de los demás. Sin embargo,  la acción solidaria nunca sobra, sobre todo en las sociedades pobres y atrasadas donde las necesidades no paran de crecer.

Practicar la solidaridad es uno de los rasgos más humanos que tenemos como especie. En cierta forma es un sentimiento natural, sin embargo, por las mismas condiciones de vida que ha impuesto la sociedad hemos aprendido a ser temerosos y desconfiados. Eso nos impide muchas veces socorrer a los otros, pensamos que en ese acercamiento puede haber un riesgo.

Por eso es importante  el gesto del padre de Rafael. Aquella invitación al niño para que  regalara la bolsa de pan a la familia indigente dejó en el alma del menor una enseñanza imborrable. Le mostró lo necesario que es  vencer el miedo para acompañar a los demás en su sufrimiento, para acercarnos a su desdicha. Además,  le dio a conocer  la sensación de bienestar que se obtiene cuando se procede solidariamente.

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Cada veinte de diciembre las Naciones Unidas (ONU) conmemora el Día Internacional de la Solidaridad. Reconoce el organismo internacional que hemos llegado al siglo XXI con unas desigualdades muy grandes a escala planetaria. Lamentablemente la diferencia entre los que poseen muchos y los que poseen poco ha crecido a lo largo del tiempo.

Es posible que en algún momento encontremos la manera de achicar esas grandes diferencias que llenan de vergüenza  al género humano. Una buena parte de la dirigencia mundial está consciente que mantener las desigualdades dificulta el avance hacia una sana convivencia en paz. Pero es indudable que encontrar esas apremiantes soluciones llevará un largo tiempo. Quizá demasiado para los que están en situaciones de precariedad extrema. Mientras tanto, mientras que se buscan soluciones, tenemos una  posibilidad real y expedita  de llevar un poco de bienestar a los desfavorecidos. Eso lo podemos lograr mediante la acción solidaria.

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Este año 2020 hemos vivido muchas experiencias aleccionadoras. La pandemia nos dio una muestra de nuestra gran fragilidad. Por primera vez en la época moderna fuimos sometidos a dificultades inimaginables, nunca vistas, hemos sentido muy de cerca la presencia de la muerte.

Pero   esa situación límite también ha servido para encender muchas luces de esperanzas, que nos hacen confiar en la capacidad de nuestra especie para superar las dificultades. Con la pandemia  hemos visto resurgir la solidaridad. En todas partes del mundo la acción solidaria ha estado presente en forma de acompañamiento, asistencia y en muchos casos hasta de sacrificios. Esa enseñanza seguramente que permanecerá en el tiempo, quizá a partir de ahora estemos más dispuestos de ayudarnos los unos con los otros.


Escrito por: @irvic

Edición e imágenes: @fermionico


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