Todavía recuerdo cuando tocó despedirme por última vez; mi familia ni yo, sabíamos que sería definitivo. Tenía ese terrible presentimiento, pero siendo totalmente franco, no quería permitir que eso me quitara la calma, así que me llené de valor e hice lo que casi ninguna persona habría hecho en mi lugar… solo seguí caminando.
El frío me estaba quemando las manos, la nariz y los pies, pero no podía detenerme ahora, pues la necesidad de llegar a ese lugar donde podría volver a vivir, a sonreír, a ser, sería la mayor recompensa posible por lo que tanto he luchado; se siente extraño el no recordar casi nada pero sé que, la razón por la cual estoy caminando, es esa sensación de peligro inminente que rodeaba cada una de las paredes de mi casa.
Hace un par de semanas, estaba durmiendo tranquilamente, hasta que volví a escuchar esa maldita alarma, nos estaban bombardeando de nuevo, teníamos que evacuar y ponernos a salvo, pero esta vez, mi madre no despertaba, tal vez estaba entregada al destino, cansada de huir, de tener que salir cada cierto tiempo y perder la dignidad en las calles en nombre de una fulana resistencia, así que yo me fui y le dije que volvería…
Recuerdo haber escuchado la última bomba caer, esta vez fueron solo tres, así que sentí que el daño no había sido tan grave, por lo que luego de un par de días, nos permitieron volver a casa; estaba bastante animado porque volvería a ver a mi madre, hasta llegué a pensar que era un alivio el hecho de que no duramos tanto tiempo bajo tierra.
Al llegar al sector donde vivía, no podía creer lo que mis ojos veían; ese par de días que estuve encerrado tuve un muy mal presentimiento, pero me dije internamente que debía permanecer en calma para poder ahorrar energía, sin embargo, no pude contenerme al llegar a mi morada…
Todo se había ido… mi casa, quedó en ruinas totales; solo pude encontrar una foto vieja mía con mi madre chamuscada, pero todo lo demás había sido reducido a cenizas totales… lo peor de todo, es que no solo mi casa había recibido aquél impacto, sino toda la zona donde residía, por lo que perdí a casi toda mi familia ese día porque todos vivíamos muy cerca.
Duré en shock por lo menos una hora, solo mirando al vacío, con esa pequeña foto entre mis manos, pensando en que esto era solo una pesadilla y que posiblemente aún estaba dormido en el búnker esperando para salir a reintegrarme de nuevo a la sociedad, hasta que una mano se posó sobre mi hombro y escuché una voz que me decía: «debemos irnos, debes dejarlos ir»
Ahí comenzaba nuestro martirio; me habían notificado que caminaríamos por lo menos 8 días para llegar a un lugar que no conocíamos, donde habían personas que no hablaban nuestro idioma, nos dijeron que ahí estaríamos a salvo, pero siento que lo más difícil apenas estaba comenzando.
Luego de los primeros 4 días, muchas personas se sentían muy mal, algunos se desmayaban, otros se entumecían y yo por ser joven no sufría mucho pero tenía que utilizar gran parte de mi energía en ayudar a los mayores que habían podido salir de mi país, teníamos que llegar todos juntos o la gran mayoría de nosotros al menos, cada vida era igual de importante en ese momento delicado.
Al culminar los 8 días de viaje y luego de pasar muchísimo frío, además del hecho de tener unas enormes ampollas en cada pie, llegamos a una playa, el clima estaba un poco mejor, aunque el sol estaba bastante inclemente; nos encontramos de cara a una barricada o especie de frontera que posiblemente prepararon para que no cruzáramos a este país del que nos habían avisado.
Comenzó el pánico; tratamos de mantener la calma pero teníamos 8 días caminando, con hambre, con sueño, con malestares emocionales y físicos que ninguna persona podía entender más que nosotros, solo queríamos descansar y todavía nos quedaba este último obstáculo, la presión aumentaba y las personas a mi alrededor comenzaban a gritar, hasta que escuchamos un disparo.
Luego de esa detonación, todo quedó en silencio por un momento, vimos acercarse a un hombre uniformado de militar con un fusil en mano y comencé a ponerme nervioso, pero respiré un poco y le pregunté a la persona que nos había traído para acá sobre este hecho, obviamente nos estaban realizando una alerta de no sembrar el caos en la frontera de este país.
Comenzó a hablar en un idioma que no entendía, sin embargo, la persona que lideró nuestra migración hablaba un poco del mismo, se acercó a la frontera y comenzó a gritar unas cuantas veces; nos dijo que le contó la historia a todos y cada uno de los soldados que estaban ahí y comenzaron a formar una fila para rodearnos mientras nos invitaron a pasar, dijeron que estaban listos para recibirnos porque conocían nuestra situación delicada, escuchar eso me hizo sonreír.
Al cruzar la frontera, se nos permitió bañarnos en la playa que estaba a nuestro alrededor y siento que nunca había sido tan feliz como en ese momento, porque sentía una tranquilidad abismal que no podía ser quebrantada por ningún tipo de pensamiento negativo, muchos de los que estaban en el grupo de migrantes conmigo aún estaban preocupados porque decían que el proceso no sería sencillo, pero yo les dije que la vida no es sencilla en general, pero ahora teníamos un factor a nuestro favor, ahora, éramos libres.
Las historias detrás de las migraciones son inciertas, algunas mejores y algunas peores que otras, pero todas siempre van con el mismo fin como lo es el buscar un mejor futuro, una mejor calidad de vida, una nueva esperanza. Esta publicación es realizada en conmemoración del Día Internacional del Migrante, decretado el 18 de Diciembre por la Organización de las Naciones Unidas como un día de reflexión y preservación de los derechos de los seres humanos que por alguna razón deben migrar de sus hogares.
Escrito y diagramado: @ilazramusic
Edición: @fermionico
