Un concertista muy especial | Contenido Original

Sentado en la primera fila del gran auditorio, espera con ansia suban el telón. Aún la gente sigue entrando, las luces encendidas, el leve sonido del aire acondicionado crean en conjunto una atmósfera especial. Tomados de las manos, la emoción los embarga mientras brotan sendas lágrimas de alegría al mirarse.

Recuerda con nitidez, la tensión reinante en la aséptica sala de espera de la clínica, revive los sentimientos encontrados y la extraña sensación en el estómago ante tan maravilloso evento. Nervioso veía con impaciencia el reloj, los minutos interminables previos al nacimiento del primogénito.


Ella intuye lo que piensa, las vivencias de tantos años juntos los han complementado al extremo de que entre ellos, la comunicación es casi telepática. Las imágenes del suceso que le cambió la vida también vienen a su mente. Las contracciones y los dolores cada vez más insoportables, anuncian un acontecimiento único replicado durante miles de años alrededor del planeta. Revive cómo la llevan en camilla a través de los limpios pasillos hasta llegar a una habitación con una fuerte iluminación. La esperan varias personas vestidas de blanco con tapabocas y gorros azules.

Una voz le es familiar y confortable le dice que pronto todo acabará en alegría. Él le dice: «yo tenía tanto miedo como tú, inclusive, sentí los dolores en mis entrañas, creí que también pariría». Ambos ríen al unísono abrazándose con ternura.

Una voz conocida llama su atención y voltean, el invitado de lujo camina hacia ellos con pasos lentos acompasados por el largo trajinar de los años. El doctor, vestido con un elegante traje negro pardusco toma asiento en el lugar reservado, mientras con el índice de la mano derecha sujeta las gafas. Tiene el rostro iluminado, las arrugas y el pelo blanco le sientan bien, muy acorde con la nobleza de un sabio moderno.


El doctor recuerda la primera vez en que vio a la pareja entrar a su consultorio. Tan jóvenes y llenos de esperanza por el milagro que sospechaban padecer. De los miles de casos atendidos, este fue muy especial, sin temor a equivocarse, el que mayor satisfacciones y lecciones le ha dado.

Aún su mente lúcida y perspicaz, casi fotográfica, proyecta los exámenes preliminares que confirmaron la maravilla recién iniciada. Ellos estaban embarazados en forma literal, puesto que él, padre primerizo, presentó los mismos síntomas de la esposa, mareos y náuseas constantes que terminaron en vómitos. Sonrió siempre ante las quejas que él le hizo durante los nueve meses. Respondió que nada podía hacer, que al contrario, debería estar orgulloso de poder sentirse tan fuertemente conectado con el niño y la madre.

La música de fondo cesó dejando oír el murmullo colectivo de los asistentes. Al cabo de un rato, todos callaron expectantes, la curiosidad por lo que acontece detrás de bastidores fue tan fuerte y contagioso que trascendió obligando al maestro de ceremonia a salir para anunciar que en quince minutos se dará inició el acto.


Quebrada la tensión, los murmullos y la música clásica de fondo reanudaron invadiendo el espacio. Las puertas dobles, ahora cerradas, presagian la inminencia del magno espectáculo.

Los tres, acomodados en las cómodas butacas inician una tertulia de pocas, pero significativas palabras, donde el meollo principal era el protagonista de la función. El doctor inicia con una efusiva y sincera felicitación. Siendo un hombre dedicado por entero y con pasión a la ciencia, antes del caso de ellos, fundamenta sus prognosis en las estadísticas y en los saberes de quienes lo antecedieron. Aunque nunca les restó valor, aquella joven pareja, ahora madura, le enseñó el poder del amor y la confianza en un ser superior.

El doctor calla, la mueca de un profundo arrepentimiento se asoma en el rostro. Ella, llena de misericordia, lo ataja e insta a retomar la alegría del momento. El orgulloso padre recuerda con sinsabor, tanto el diagnóstico como la recomendación del apreciado doctor cuando llegaron a la décima semana de gestación. Abortar, nunca fue una opción. Pero, también agradece al galeno lo mucho que se involucró con ellos en todos estos años.


Los altavoces anuncian el inicio del evento en cinco minutos. El salón está repleto de gente, hasta más no poder. Con la entrada de los últimos invitados se cierran las puertas del recinto. Todo está preparado para iniciar.

El telón sube con lentitud, mientras las luces atenúan la intensidad en forma coordinada. En el centro del escenario, el gran y hermoso piano de cola espera por el concertista para que la más afamada orquesta del país lo acompañe.

El maestro de ceremonias, luego de dar una cálida bienvenida, presenta al joven virtuoso, quien en vez de ir directo al piano camina hacia él. Un acto discorde con el protocolo, pero perdonable por su condición. Observan que hablan con el micrófono apagado hasta que el maestro le cede el puesto.

Los padres están sorprendidos, escuchan la voz inconfundible de su hijo dándoles las gracias por haberlo traído hasta aquí, sin olvidar al doctor, su amigo, quien le enseñó a amar a la ciencia y a las artes a pesar de ser diferente. Dijo: «Soy afortunado al igual que ustedes al ser diferentes. Todos podemos, si nos lo proponemos. El amor es lo fundamental, las mayores disfunciones del hombre, no son las físicas, son las del alma».

Una ovación estremecedora dio el inicio al concierto con la música especialmente escrita por el concertista.


Esta ficción está inspirada en el marco de la celebración del Día Internacional del Síndrome de Down, decretada el 21 de marzo por la Organización de las Naciones Unidas. Como bien lo expresan en su página web: “un día para generar mayor conciencia pública sobre la cuestión y recordar la dignidad inherente, la valía y las valiosas contribuciones de las personas con discapacidad intelectual como promotores del bienestar y de la diversidad de sus comunidades. Asimismo, quiere resaltar la importancia de su autonomía e independencia individual, en particular la libertad de tomar sus propias decisiones”.

El Síndrome de Down es una alteración genética originada en el cromosoma 21 que lamentablemente produce discapacidad intelectual. Aunque esta condición los hacen diferentes con rasgos comunes que los distingue del resto de la población mundial, no implica que deban ser segregados. Al contrario, ser diferente es la condición natural del ser humano, y si bien es cierto, necesitan cuidados especiales, también es cierto que poseen cualidades y potencialidades maravillosas de un alma exenta del bien y el mal. Claro, nadie es exclusivamente puro y quienes denotan estas cualidades tampoco.


Escrito por: @janaveda

Edición e imágenes: @fermionico


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