Guardianes de la paz | Contenido Original

Un  sol luminoso toca el párpado pesado en el improvisado catre. El joven voluntario se despereza con calma. Paso a paso la caliente luz espanta las últimas señales de sueño. Ve la hora en su muñeca. Falta  poco, piensa,  mientras frota los ojos con el torso de la mano…

 Ya en la ducha siente la presión de un agua peculiar, le maltrata la nariz el  fuerte olor metálico. No puede evitar la comparación. Piensa en esta agua del desierto, tan distinta al agua de su casa, allá, en el organizado suburbio donde vive con sus padres.


Este es su cuarto año en las Fuerzas, un veterano pudiera decirse. Pero en verdad es un nuevo, le han cambiado de escenario. Con cada traslado siempre se comienza de cero, lo aprendido en una zona no vale para la otra…

Antes de salir aprovecha su turno, es el momento de hablar unos minutos con el teléfono satelital, una operación de cierto riesgo si la interferencia no funciona. Saluda a sus padres, les miente sin remordimiento alguno, les deja saber que todo es muy sencillo. Puras rutinas, dice sonriendo,  casi de oficina, sin riesgo alguno y sin emoción, remata antes de colgar…

Con su pesado equipo se introduce dentro del vehículo blindado. El traqueteo de la marcha le recuerda un poco a las montañas rusas de su niñez. Mira la estrecha cabina, fija los ojos en sus compañeros. El nerviosismo pesa en el ambiente. Cada salida puede ser un boleto  sin retorno…


Detienen la marcha a trescientos metros del objetivo. Hay calma dice alguien  por el aparato de radio. Abren la escotilla. Uno a uno abandona la seguridad transitoria del vehículo militar. Hacen la inspección. Todo parece estar en orden.

Caminan lentamente cuando se quiebra el silencio.  Explosiones de calibre convencional ensordecen los oídos. Los proyectiles caen como lluvia de plomo. Todo es confusión… Cada quien corre como puede… Buscan la protección del vehículo blindado…

Un golpe seco da en  el casco, traspasa el metal. Andrés cae…el casco azul rueda por la arena caliente…


Las Fuerzas de Paz surgen como respuesta a una tragedia social. Durante los años finales de la Segunda Guerra Mundial, la anarquía se había apoderado de una buena parte del continente europeo. La guerra había hecho polvo todas las instituciones sociales, la idea de autoridad había desaparecido del horizonte mental de la población; la mayoría de la gente común sufría atropellos inimaginables. El clima social predominante era de una moralidad suspendida, donde la única ley en pie era la de la selva, la del más fuerte, el sálvese quien pueda.

En una situación como esa la primera medida es restablecer el orden, crear las bases para la gobernabilidad, lograr la reinstitucionalización social. Ese fue un trabajo monumental para el grupo de aliados que llegaron a Europa.


Una vez lograda la estabilización en Europa, la Sociedad Internacional entendió que era necesario contar con una fuerza multinacional para enfrentar situaciones similares y para mediar en conflictos internos de las naciones. Pero ello requería poner entre paréntesis uno de los pilares del derecho internacional: la soberanía y autodeterminación de los pueblos.

Puede que resulte odiosa la idea de una intervención armada a un país. No suena bien la ocupación temporal de un territorio por un ejército multinacional, sobre todo cuando se habla de  establecer la paz en el sitio o  dar asistencia humanitaria. Sin embargo, la historia reciente ha mostrado que muchas sociedades han caído en manos criminales, convirtiendo a sus Estados en centros de multiplicación del delito. En esas naciones la población ha perdido totalmente su capacidad de defensa y quedan sometidos a la arbitrariedad de unos pocos. Entonces,  es poco ético dejarlos abandonados a su suerte.

En tales situaciones extremas el Derecho Internacional ha priorizado las razones humanitarias antes que la soberanía y la autodeterminación. Defender la vida de  la población es más importante que cualquier violación territorial. Apoyándose en esos principios las fuerzas de Paz de las Naciones Unidas, crean misiones para resguardar la vida de la población civil en áreas de conflictos.


Desde el año de 1948, cuando se crearon las Fuerzas De Paz de las Naciones Unidas (ONU), más de cuatro mil personas, entre civiles y militares, han fallecido en diferentes partes del mundo al participar en alguna de las misiones promovidas por el Organismo Internacional. Cada 29 de mayo se conmemora el Día Internacional del Personal de Paz de la ONU. Ha querido el organismo internacional que este día se reconozca la valiosa labor del personal uniformado y civil del Organismo Internacional.

Son muchas las situaciones donde los cascos azules prestan sus servicios. Además de las intervenciones militares, su presencia es requerida en todas aquellas situaciones donde las autoridades locales han sido rebasadas, cuando no tienen capacidad de respuesta  o están ausentes. Ya es común ver a estos jóvenes en misiones humanitarias de distribución de alimentos, enseres o medicinas, en áreas donde nadie llega, incluso participan en la rehabilitación de obras de infraestructura en casos de desastres. La Comunidad Internacional es una garantía de convivencia en el convulso mundo del siglo XXI.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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