Traspasando fronteras | Contenido Original

María Luisa se aleja lentamente de la ventana, afuera la gente enfundada en sus largos abrigos le indican la inminencia del invierno, el que amenaza con ser más fuerte este año.

Desde su cocina la llama el sonido burbujeante de la cafetera, todavía siente la modorra en el cuerpo, así suele ser a esas primeras horas de la mañana y más cuando el sol no se deja ver. Se acerca al gabinete y extrae su tazón preferido, aquel que decidió comprar para celebrar que tendría un empleo permanente.

Comienza un ritual aprendido desde la infancia: llena hasta el tope el tazón, le vierte dos cucharadas de azúcar y remueve circularmente. Sus ojos fijos en el humeante líquido son un disparador de la imaginación. Las imágenes van y vienen. La nostalgia se apodera de ella…


En su mente rueda la película de los últimos cinco años. Desde el momento en que estando en la Universidad, ya finalizando su carrera,  decidió probar mejor suerte en una tierra distante a la suya.

Levanta la taza, la mira, y recuerda el primer año cuando llegó.  Sola, sin empleo, sin documentos legales, con el desarraigo pisándole los talones en cada paso. Llegó a pensar muchas veces que se secaría de tanto llorar. Y lo peor la llegada del frío, una fuerza desconocida en su país tropical, donde el cálido sol se siente en la piel durante todo el año.

Toma un ligero sorbo y las imágenes la llevan a momentos mejores, los primeros trabajos. Nada del otro mundo, empleos secundarios para los que no estaba preparada: asistente de cocina, dependiente de tienda, manicurista a domicilio. Pero se siente agradecida porque con esos ingresos reunió lo suficiente para iniciar sus estudios de Máster. Un gran sueño con el que alimentó la esperanza.


Otro sorbo, una ligera mirada al reloj y la cara se ilumina. Una sonrisa de triunfo le refresca la nostalgia. Gracias a una ONG amiga del emigrante  consiguió la beca necesaria para culminar los estudios. Tal como había previsto lo siguiente sería más fácil. Con su nuevo título en la mano se dedicó a buscar empleo, ya no en cualquier cosa, estaba habilitada en su profesión.  Alguien le informó que había puestos para su especialidad en los pueblos del interior. El problema, el frío y la lejanía de la costa, su querida costa. No me voy a parar por eso- Qué es una aventura más, se dijo en el momento de decidirse.

Apura el último sorbo, se viste y se dirige a la parada de autobús. Este es su octavo mes en el centro geriátrico donde labora como psicóloga. Al principio los ancianos la miraban con extrañeza. Su juventud y el acento distinto  creaban una barrera invisible. Pero María Luisa ha sabido sortear el escollo. Todos admiran su capacidad para hacer empatía, para aliviar las angustias propias de las personas de edad avanzada.

Mientras sonríe la directora del centro le comenta. Qué bien lo haces, María Luisa. En verdad naciste para esto. Qué bueno que te tenemos aquí…

La muchacha asiente con dulzura. La imaginación pica adelante visualizando lo que está por venir…

La emigración es una realidad humana que ha estado presente desde el inicio de los tiempos. El impulso por conocer la novedad está en nuestros genes. Nuestros ancestros más lejanos decidieron hace miles de años abandonar la calidez de las sabanas africanas para expandirse sin tregua por los rincones más apartados de la tierra. Ninguna barrera por más difícil que fuera logró detenerlos. Sin ese gran paso no conoceríamos hoy  todos los pueblos que habitan el planeta.

Ese gran movimiento migratorio ha dejado su huella como un gran mosaico cultural.


En nuestro tiempo la emigración es una realidad que a veces tiene visos de tragedia. Muchas son las causas que animan a las personas a abandonar sus lugares de origen. Algunos los hacen presionados por dificultades económicas y deciden ponerse en movimiento buscando mejores condiciones de vida. Otros, son desplazados, expulsados por conflictos internos o situaciones de guerra y se aventuran por el mundo en busca de protección. Los menos, lo hacen por aquel viejo impulso de aventura que nos acompaña como especie.

El caso es que la emigración es una situación compleja, por eso Las Naciones Unidas (ONU), ha decidido conmemorar cada dieciocho de diciembre como El Día Internacional del Migrante, ha querido el organismo internacional llamar la atención sobre una situación que cada día es más visible en nuestro globalizado mundo del Siglo XXI.


Cada migrante es portador de un conocimiento de la vida, cada migrante tiene algo que aportar a los sitios donde llega. Las sociedades tienen la opción de replantearse su percepción de la emigración y pueden cambiar la forma de ver a los migrantes.  A estas alturas del desarrollo civilizacional no tiene mucho sentido mantener la vieja idea de que los que llegan vienen a empeorar las situaciones internas. En vez de eso lo procedente  es pensar más bien en la integración. De ese modo se pueden abrir las puertas para aprovechar todo el potencial que puede dar el que viene de fuera.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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