La tentación del poder eterno | Contenido Original

La mirada fija en el espejo ausculta los detalles. Todo reluce, no hay forma de opacarlo. Nuevas zonas blanquecinas anuncian la multiplicación de las canas. Las bolsas de los ojos destacan desde lejos, sombrías, inocultables, ya no ceden a la presencia del maquillaje. Y las manchas…, esas que comenzaron como puntos diminutos ya tiñen de oscuro amplias zonas en la mejilla y la frente. «Me estoy poniendo viejo…» piensa el hombre mientras revisa cuidadosamente una vez más su reflejo.



Termina de ajustar el nudo de la corbata y sus ojos se detienen ante el fajo de papeles. Los ordena cuidadosamente. Hace pocos momentos uno de sus asistentes le ha dejado la última corrección del discurso. Dentro de pocos minutos se dirigirá una vez más al país…


Mientras revisa las cuartillas su mente viaja en el tiempo, recuerda aquel momento fortuito cuando las circunstancias lo catapultaron a la presidencia de la república. Se ve joven, esbelto, con el pelo negrísimo…


«Parece mentira que hayan pasado veinticinco años», se dice mientras se mesa los cabellos y el poblado bigote. Veinticinco años siendo presidente de este país…y una ligera sonrisa de triunfo le ilumina el rostro.



De pronto cambia su semblante, la risa se difumina, la boca se contrae, las manos se crispan. Se le atraganta una imagen reciente vista durante una de sus pocas salidas. Muy cerca del palacio presidencial una destartalada pared le gritaba a la cara su nombre con la palabra ¡Dictador…! Siempre le ha molestado que lo llamen de ese modo.


Se levanta con violencia, da unos pasos alrededor, y de nuevo el espejo le sirve de interlocutor a sus frecuentes monólogos… «¿Por qué me dicen dictador…? ¿Acaso no me han elegido seis veces consecutivas…? La elección indefinida es un derecho constitucional, no he violado ninguna norma. ¿Y qué quieren…? ¿Qué esperan…? ¿Qué me deje ganar así no más…? ¿Acaso la primera ley de la política no es conservar el poder…?»

«No… Que aprendan las mañas del arte de gobernar, así sea con mano de hierro… Así como hice yo…Mucho me ha costado mantener este país en un puño. Lograr el control de todo me ha causado mis desvelos…Cada una de estas canas es muestra de ello. No…No señor… Mientras esté vivo nunca se las voy a poner fácil…»



Dos golpes en la puerta interrumpen sus cavilaciones. «Ajá…Pasen…» Ordena buscando la compostura…


«Señor presidente, todo está listo…» El pueblo lo está esperando a los pies del balcón, informa el solícito asistente…


Toma una gran bocanada de aire. Mira al espejo triunfante…Le hace una señal al cristal con el dedo y camina pausadamente hasta el conocido balcón.


Al abrir las puertas los reflectores lo aturden ligeramente, toma unos segundos para centrarse. Coloca los papeles al lado y comienza la alocución:


«¡Conciudadanos…habiendo recibido los últimos informes del consejo supremo electoral, les informo con toda la dicha que mi humilde corazón es capaz de albergar, que por abrumadora mayoría de ustedes, mis queridos y amantes seguidores, he resultado elegido para mi séptimo período presidencial…! A partir de este momento me comprometo, como lo he hecho desde hace veinticinco años, a respetar al pie de la letra cada una de las cláusulas de nuestra carta magna…»



Una gran ovación proveniente de la calle arrulla con tonos angelicales los oídos del dictador…


Nuestro tiempo ha sido testigo de la aparición de un nuevo tipo de dictaduras, distintas a las vividas desde mediados del Siglo XX.


En estas nuevas dictaduras se conservan algunos usos de la Democracia, como son las elecciones. Con ello se pretende revestir de legitimidad a unos gobiernos que inicialmente pudieron haber surgido como expresión de la voluntad popular, pero que luego de un tiempo cambiaron las reglas del juego con el fin de perpetuarse en el poder.


Los neo dictadores del Siglo XXI son personajes que han minado la institucionalidad de sus países, volviendo un eufemismo la separación de poderes, lo que les ha permitido controlar a su antojo los organismos electorales de sus naciones.



Por eso no tienen inconvenientes en convocar periódicamente elecciones amañadas, donde de antemano se saben ganadores. Para ellos el respeto de la voluntad popular carece totalmente de sentido.


Lo que da carácter de Democracia a una sociedad no son solamente las elecciones. Además, de la separación de poderes el otro componente de la Democracia moderna es la alternancia en los puestos de gobierno y, sobre todo, la posibilidad de elegir. Lo que significa el total respeto a la voluntad popular.


Desde el año 2005 las Naciones Unidas (ONU) ha establecido el primer jueves de enero de cada año como el Día Mundial De Las Elecciones. Ha querido el Organismo Internacional que esta fecha sirva de motivación para sensibilizar a las sociedades sobre la importancia del derecho al voto y la posibilidad de elegir, como un componente necesario para la conservación de la Democracia.


Con todos los defectos que se puedan esgrimir en su contra, la Democracia moderna sigue siendo la forma de gobierno más ecuánime, más participativa y donde las diferencias de opinión se pueden dirimir civilizadamente mediante el ejercicio del voto. Para su sostenimiento es fundamental la permanencia del derecho a elegir.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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