Las letras madre | Contenido Original

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Aún puedo recordar el olor a semi-cuero que protegía la tapa, el lomo y la solapa, del nuevo regalo que mi madre entregaba en casa. El Diccionario Enciclopédico Salvat pasaría a ser un distractor de todo cuanto me interesaba. Mi madre supo cultivar en mí el amor a los libros y tal enciclopedia llegaba en la cúspide del momento que imaginamos ella soñó: un hijo culto que tendría el conocimiento y las herramientas para enfrentar la vida.

Ni en sus más íntimos anhelos ella abrigó nada más allá que facilitar nuestra ávida curiosidad por el saber. Tampoco imaginaría entregar a su retoño los cinceles y las espátulas con las que, muchos años después, esculpiría letras en entendible y disfrutable español. Mucho del éxito que hemos conseguido en #Hive, se lo debo aquella inquietud de mi madre.


El lenguaje nativo o natural, no se escoge. Nuestras madres son quienes nos enseñan las primeras letras y es por ello que la impronta entregada a cada uno de nosotros es tan importante. Solo desde la lengua materna seremos capaces de defender el saber y el conocimiento que adquirimos a través de la vida. Y es con ella que grandes escritores de la lengua española han podido destacar en el mundo anglosajón. ¿Por qué?

Algo que muchos no piensan: quien es bueno en cualquier lenguaje, destacará y será traducido por el reconocimiento a su obra en los demás idiomas que no domine. El éxito que nos hemos procurado en #Hive ha sido en completo español y cuando se nos ha requerido otro idioma lo hemos usado con traductores automáticos. Jamás me han aplaudido en otro idioma. Y el día que destaque por mis escritos y la gente quiera saber más de mí, seré traducido como a muchos otros antes.


Recuerdo los ojos me brillaban, engullí el primer número de la enciclopedia en cuatro días; los volúmenes que la componían eran una veintena y cada libro tenía al menos doscientas páginas, si mal no recuerdo. Así en la letra «A» hubo mucho descubrimiento, como la Argentina, por ejemplo. Un lugar donde ahora me encuentro visitando a mi hijo y sorprendiendo su escepticismo en cuanto al dominio de muchos de los temas por saber respecto ésta tierra bendita.

Lo muy extenso de su territorio, lo diversificado del clima y ecosistemas, lo cosmopolita de su capital e, incluso, la dependencia de la agricultura como productos primarios en la economía mundial. Podría haber llegado acá sin ningún tipo de herramienta, pero la dichosa enciclopedia dio forma en mi propia lengua, sobre aquello que jamás pensé me llevaría la vida a conocer en persona. Porque para un venezolano en aquella época, la Argentina le parecía distante.


Mi madre checaba, de cuando en cuando, el bienestar de la enciclopedia. Una persona asalariada como ella, no podía darse el lujo de comprar aquella retahíla de libros de un solo golpe. En aquella época existía el crédito y ella pagaba religiosamente las cuotas. Pero no quería decir descuidaba el bien adquirido y nos retaba a velar con recelo las páginas satinadas, todo un lujo de biblioteca enorme. Fue cuando aprendimos a no rayar los libros.

¡Por supuesto! Apareció internet y las cosas cambiaron con el tiempo. Pero no deja de ser un logro haber podido leer dos decenas de volúmenes, a la edad de 10 años, en poco más de mes y medio, con trasnochos de por medio. Fue la época donde mi rendimiento en la escuela bajó un poco, por estar pendiente de la enciclopedia. No me importaba nada más. Ni siquiera las invitaciones a jugar de mis hermanos. Vivía y moría por las letras.


Siete años después de aquello, discutía con mi padre sobre la posibilidad de dedicarme a las letras. Había abrigado un amor inconmensurable por ellas y había decidido ser novelista. Pero algo es una decisión adolescente y otra muy diferente el poder de convencer sagazmente a un hijo: «Las letras no ponen pan en la mesa» solía decir quien enseñoreaba nuestro hogar. Y así se diluyó una posible prometedora carrera como novelista, alimentada desde los cimientos por la guía de mi madre.

No imaginaría, entonces, nuestro encuentro con #Hive y el cansancio que produjo años de trabajo en el mundo ejecutivo. Fue como un redescubrimiento de aquel amor. Y hace cuatro años comenzamos éste camino. Como creador de contenidos que destacaba a través de las letras. Sí, concedo no soy ningún Cervantes, pero creo fuertemente me defiendo por encima del escritor promedio.


Y he aquí el mensaje especial para otros Hivers: si usted no domina su lengua madre, trabaje en ello. Solo así podrá adquirir las competencias y el nivel necesario para encantar a su lector. Las lenguas madre son las que guían al hombre para compartir los mensajes. Dar la espalda a ellas es dar la espalda a la identidad necesaria para ganar nuestro espacio.

Las Naciones Unidas crearon el Día Internacional de la Lengua Materna para demostrar que «el multilingüismo pueden fomentar la inclusión, y que los Objetivos de Desarrollo Sostenible» Nunca antes en la historia del hombre, la necesidad de preservar las lenguas se encuentra en una encrucijada. Lo demuestra el comportamiento de muchos en las diferentes plataformas y requiere del compromiso ante la debacle que significa intentar escribir en una lengua extraña. Si reniegas de tu lengua, reniegas de ti mismo.


Escrito y diagramación: @fermionico


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