Un paso a la vez | Contenido Original

Lo primero, mirar al cielo con los puños apretados; luego, buscar un banco en el parque cercano para aliviar el nudo formado en su garganta. Al sentarse, un diluvio de lágrimas comienzan a correr libremente, sin pausa, hasta que de tanto rodar por las calientes mejillas sintieron ganas de no salir más.

Esa tarde María ha recibido una nefasta noticia, su compañero de vida está en trance de muerte: “no hay nada que hacer, señora”, dijeron los médicos desde la autoridad de sus batas blancas. “Busque algún servicio funerario porque lo va a necesitar…”


María considera sus opciones. No sabe muy bien qué hacer, durante los últimos dieciséis años solo ha sabido estar con Julián, entre los dos echaron adelante la parcela que heredó de su abuela paterna. Donde antes había un montarral, sin casi tierras planas, lograron desarrollar espacios cultivables para legumbres varias.  Ahora sola, sin su compañero de vida, se le vienen en tropel un montón de problemas, quiéralo o no tiene que tomar grandes decisiones.

Lo primero a considerar es si se queda o no en el campo. Desde que nació ha vivido  allí, conoce al detalle cada una de sus dificultades. Y aunque no ha estado permanentemente al frente de los cultivos, por estar ocupada con la crianza de sus tres muchachos, tampoco le son ajenos los secretos y las mañas para hacer producir la tierra.


Ella sabe que en la ciudad cuenta con la buena voluntad de unos primos dispuestos a socorrerla  un tiempo. Sin embargo, tiene claro que para ella la ciudad es una gran desconocida, no sabe cómo moverse en ella, no sabe cómo jugar su juego…Piensa que quizá pudiera ser mejor para los muchachos; sus hijos la tendrían más fácil para continuar los estudios…¿Pero… y la casa…? ¿Dónde vamos a vivir los cuatro… Arrimados donde los primos, quien sabe cuánto tiempo…?

Piensa y piensa María mientras desanda en el autobús las cinco horas de camino que la devuelvan a la parcela de la montaña.

Al llegar ya ha tomado una decisión. No se irá… 


María reúne a sus tres hijos, Julián de quince, Adela de doce y Manuel de nueve. Con pesar les dice que su padre ya no volverá nunca más. A la mañana siguiente todos irán al hospital a despedirse de él. Esto es duro para todos, enfatiza la mujer, pero tenemos que seguir adelante. 

Con la voz quebrada a ratos les explica la nueva situación. Ahora somos cuatro, todos tenemos que ser un equipo… tienen que apoyarme en esto. Esta parcela y esta casa es nuestra. Su padre la trabajó desde cero. No podemos dejarla perder…La abuela cuando me dio la parcela como regalo de bodas seguro pensó que no la dejaríamos abandonada…Tienen que apoyarme muchachos…Vamos a salir adelante…

A la mañana siguiente apenas dio tiempo a que el cuarteto llegara al hospital. Al poco de ver a sus hijos Julián dejo ir su último aliento. En casa de los primos  arreglaron lo del velatorio y el entierro…


De regreso a la parcela María toma a sus hijos de la mano y los pasea por cada uno de los cortes de las distintas siembras. Se detiene a mirar cada uno de los delicados frutos…

¡Sí vamos a logarlo, muchachos…! No va a ser fácil, ustedes lo saben…Tendremos que inventar muchas soluciones…Pero vamos a seguir el consejo de la abuela: ¡Un paso a la vez…un paso a la vez…!


En términos del lenguaje actual María es lo que llamamos una mujer empoderada, que no se amilana ante una circunstancia tan difícil como la que representa  su nueva situación de mujer sola, abriéndose camino en la dura vida del campo. 


Así como nuestra protagonista millones de mujeres, sobre todo en los países más pobres del mundo, se enfrentan día a día al trabajo del campo con la finalidad de producir alimentos, no solo para su familia, sino para las comunidades externas al área rural. 

Cifras de la ONU indican que en Asia y África, la mano de obra femenina puede ser hasta el cincuenta por ciento de la población que trabaja en el campo. Sin esa fuerza laboral se agravaría notablemente la situación de pobreza y la carencia alimentaria en cada uno de esos países. 

Es tal la importancia del trabajo femenino en la producción de alimentos que las Naciones Unidas (ONU) ha establecido el quince de octubre de cada año como el día internacional de las mujeres rurales.


Ha querido el organismo internacional que la conmemoración de esta fecha promueva una toma de conciencia sobre la necesidad de mejorar las condiciones en que estas mujeres realizan su noble labor. 

En muchos países la herencia de sistemas patriarcales crea fuertes condiciones de discriminación para que las mujeres obtengan y conserven la titularidad de las tierras; las tradiciones y la legislación favorecen principalmente  a los varones. También se discrimina la remuneración y los beneficios laborales, por lo que las mujeres tienden a recibir menores ingresos que sus pares varones, aún haciendo ambos las mismas labores como trabajadores del campo.

No deja de impresionar que en pleno siglo XXI siga siendo desvalorizado un trabajo imprescindible como el que realizan todas estas mujeres rurales. Pensemos en la cantidad de alimentos que todas ellas logran producir cada día. Sin ese aporte de esta cuarta parte de la población mundial el mundo se enfrentaría con un grave problema de suministros alimenticios.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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