El collar tribal | Contenido Original

N’goyo despertó temprano el día de la iniciación. Por generaciones, su tribu celebraba la llegada del 16avo. cumpleaños de los jóvenes. Un período que separaba la niñez de la adultez y le entregaba la posibilidad de escoger esposa dentro de las chicas quinceañeras. Esto sucedía más adelante, pero lo primero era coronar su graduación como persona capaz de contribuir con los quehaceres de los hombres.

Así las cosas, la iniciación había cambiado durante los años recientes. La posibilidad de toparse con cazadores furtivos en la reserva podía hacer que la seguridad de los adolescentes quedara comprometida. En lugar del viaje de muchos kilómetros y días que hacían en la vieja peregrinación, bastaba que el grupo de púberes trajeran la caza que comerían en los ritos de la noche. Dicho esto, las danzas matutinas solo servían como un aliciente y un llamado de la buena suerte para quienes acometían la iniciación.


El grupo de este año era de nueve jóvenes. Partirían con el rayar del alba armados de lanzas, arcos y flechas. Luego de las danzas y con el levantamiento del sol en el horizonte, echaron andar por la reserva. Sabían donde ir puesto que los días previos habían visto pasar las manadas de ñúes, en la migración anual hacia el sur más numerosa de animales bovinos en busca de pastos. Seguir el rastro era sencillo porque los depredadores seguían con paciencia a quienes se quedaban atrás.

Ellos aprovecharían también ésta debilidad y N’goyo era quien guiaba al grupo. Al mediar la mañana consiguieron las primera huellas frescas y decidieron cortar camino para adelantarse en una emboscada. Caminando sin descansar dieron alcance a las manadas subiendo y bajando unas lomas que los bovinos evitaban. Pero los leones también aprovechaban esas lomas y ellos tuvieron que caminar con precaución para no agitar a los felinos. Se reconocían como cazadores en la sabana africana.


Caminando en contra del viento, tal como habían aprendido, lograron dar alcance a una cebra. El grupo la rodeó y la liquidaron rápidamente dando el golpe final con un cuchillo. Guindaron los restos del animal en unos troncos acondicionados especialmente para transportar cargas. Seis de los jóvenes cargaron el cadáver y los otros tres escoltaban al grupo delante y atrás para avisar la cercanía de cualquier animal que quisiera aprovecharse.

Lograron escuchar algunas hienas, pero éstas no se acercarían porque los escoltas llevaban antorchas encendidas y el fuego no es algo que agrade a ningún animal. Cerca de la una de la tarde entraron al pueblo con la caza y entregaron el animal a los viejos de la tribu, quienes se encargarían de desollarlo y retirar las vísceras y la piel, para cocinar a las brasas. Los bailes y la ceremonia nocturna dieron paso a la iniciación de los jóvenes. El padre de N´goyo le entregó el collar tribal. Como jefe de la expedición de caza el joven lo luciría en la apertura de la ceremonia.


Las madres de los jóvenes se encargaron de pintar los adornos en los cuerpos de los jovencitos para la ceremonia. Los cánticos comenzaron justo después de la caída del sol y los tambores repartieron bramidos por la noche de la sabana africana. El fuego cocía la caza y el collar tribal comenzó un traspaso entre los jovencitos cuando N’goyo hizo la primera transferencia. Ésta se hacía de acuerdo al mes de nacimiento de cada joven, comenzando en el primer mes de luna del calendario Masái.

Toda la tribu felicitó a los jóvenes y rindieron honores a cada poseedor del collar, cada vez que cambiaba de manos. El festín comenzó cerca de la medianoche y la carne alcanzaría para todos. N’goyo se sentía feliz porque había logrado guiar al grupo sin incidentes y porque ahora dejarían de llamarle niño. Se había ganado el respeto de todos los ancianos de la tribu y era el primer paso para suceder a su padre. Luego elegiría esposa, pero ahora era tiempo de celebración.


El relato que antecede ha sido pensado desde la ficción, para honrar la cultura africana en la conmemoración del Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes decretado por la Organización de Naciones Unidas en asamblea general, en conjunción con la Organización Africana de Naciones, quienes escogieron el día 24 de Enero de cada año, como una fecha de encuentro y celebración de la cultura africana.

Tal decisión fue tomada «Por tratarse de una valiosa fuente de patrimonio común de la humanidad, la promoción de la cultura africana y de los afrodescendiente es crucial para el desarrollo del continente y para la humanidad en su conjunto.» Además éste día «celebra las numerosas y vibrantes culturas del continente africano y de las diásporas africanas en todo el mundo, y las promueve como instrumento eficaz para el desarrollo sostenible, el diálogo y la paz.»



Escrito y diagramación: @fermionico


Pie de página Cervantes.png

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.