Derecho al bienestar | Contenido original

— ¿Y cuándo te regresas al pueblo…? Pregunta Rosalba a Luis desde el fondo de la cocina.

— Todavía me quedan unos días. Aproveché  que  hacen reparaciones en la escuela para pasar más tiempo acá en la ciudad…

— ¿Y cómo te va con tu padre… ya se hizo a la idea de que su hijo sea ahora un Maestro rural…?

— No muy bien Rosalba, el viejo no termina de asimilar el impacto. Sé que no es fácil para él, piensa que estoy tirando mi vida por la borda. Es un asunto de perspectivas ante la vida, él mira las cosas de un modo y yo de otro, son cosas normales. Quizá en algún momento logre respetar mi  posición.


— ¡Pero es que no es para menos,  Luis… ¡ A todos nos ha sorprendido tu posición. Todos nos preguntamos qué bicho te picó para que luego de haber logrado algo tan difícil como un puesto de profesor titular de la Universidad hayas decidido dejarlo como si nada. Claro que eres joven y tienes todo el tiempo del mundo para enmendar. ¡Pero por  Dios, Luis…! Dejar  tu puesto en la Universidad  para irte de Maestro a un pueblito perdido en los límites de la selva es como una locura. ¿No te parece…?

— No me parece,   Rosalba. .. Si me pides que te lo explique racionalmente quizá no lo pueda hacer…Es verdad que al irme estoy cerrando el camino a una vida con más comodidades. Quizá ahora no logre contar con los recursos suficientes para un vehículo, un apartamento y todos los cachivaches de la vida moderna. Quizá tenga que acostumbrarme a vivir de un modo más modesto del que nunca he conocido. Quizá sea ese el precio que tengo que pagar…


— ¿Pagar para qué…? ¡Por Dios…Luis…!

—  Rosalba, quizá tú tampoco lo puedas entender. Pero este ritmo loco agotó mi paciencia. Me cansé Rosalba…me cansé…De pronto me entró la urgencia de vivir mi vida de un modo más pausado…más lento…de hacer cosas que tuvieran más sentido para mí…Afortunadamente estaban  esas vacantes en las escuelas rurales, donde nadie quiere ir, y pensé que era una buena oportunidad …Tengo seis meses allá y te confieso que no echo de menos casi nada de aquí. Solo a ustedes, mis amigos y mi padre…Allá me estoy sintiendo muy bien, Rosalba…

— ¿Luis, allá eres feliz…?

— Mucho más de lo que era aquí, Rosalba, mucho más…


La felicidad es un concepto elusivo. Al ser una experiencia personal, ligada al espectro de nuestras emociones, se convierte en algo completamente subjetivo. En consecuencia, pudiera haber tantas opciones para alcanzarla  como seres humanos.

En la actualidad coincidimos en que  la felicidad es un sentimiento que genera bienestar, que  impulsa la motivación y que provee al individuo de la energía necesaria para encarar grandes metas.

Es curioso como ahora  todos hablamos de la necesidad de ser feliz. En ninguna otra época anterior a  la nuestra los seres humanos habían centrado su existencia en una búsqueda que a veces parece quimérica. 

Cómo ser feliz es una pregunta que está presente en millones de mentes… Miles de gurúes sugieren cada día cómo lograrla…Lo cierto es que parece haber una gran sed de ella.


Personas como Luis deciden tomar el toro por los cuernos y optan por  introducir cambios radicales en sus vidas. Se dan cuenta que la híper aceleración de la vida moderna deja poco margen para una experiencia vital de mayor calidad. Pero como señalé más arriba es un tema en el que solo habrá respuestas personales, para el que no existen recetas fáciles ni masivas…

En mi país hay una expresión que es un poco fuerte por el pragmatismo que expresa: “Amor con hambre no dura”. Se refiere a que hay condiciones mínimas para que los sentimientos puedan florecer, de otro modo se marchitan.

Ese parece ser el criterio de las Naciones Unidas (ONU)  cuando estableció desde el año dos mil trece al veinte de marzo de cada año como El Día Internacional De La Felicidad

Para el Organismo Internacional “la felicidad es una meta humana fundamental”. Están claros que lograr ese estado de bienestar interior es una necesidad. Pero también consideran que hay condiciones materiales de vida que atentan profundamente para el logro de la felicidad.


Poblaciones con carencias notorias en materia de vivienda, salud, educación o alimentación, o asoladas por el drama de la guerra, difícilmente puedan encontrar espacios para cultivar la felicidad. 

A la mayoría de la gente común no se le puede pedir que tenga una actitud estoica o que busquen de vivir al estilo de  Séneca, sin bienes materiales y teniendo como vivienda un destartalado barril de vino. 

Por eso la ONU insiste en que el logro de la felicidad pasa por una mayor sensibilidad social en temas como la solidaridad, la compasión y la amabilidad. 

La  felicidad plena solo es posible en un mundo más equilibrado, amable, donde las personas no tengan que pasar angustias por cosas tan elementales como poner  un plato de comida en sus mesas.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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