El enemigo líquido | Contenido Original

El joven médico consulta de nuevo sus notas. Luego de seis meses visitando  el dispensario se da cuenta que hay un patrón, los casos no disminuyen. Todos los bebés que le llevan a la consulta presentan severas baja de peso, muy por debajo de lo que establecen las tablas comparativas. 

 Al principio pensó que la razón de ese bajo peso se debía a carencias económicas. Si las madres no consumían los alimentos suficientes era lógico que los bebés nacieran bajos de peso. Sin embargo, él sabía que eso no era una regla fija puesto que la naturaleza en su intrínseca sabiduría privilegiaba la formación de la nueva vida y exprimía el cuerpo de la madre para garantizar la máxima salud del bebé.


Con la incógnita en  mente comenzó a recabar información, preparó un pequeño cuestionario para indagar los hábitos alimentarios de la comunidad. Pudo comprobar entonces que la mayoría de las madres contaban con los ingresos suficientes para un consumo diario de alimentos ubicado en los rangos normales. Entonces su preocupación creció., ¿si no era por la mala alimentación de las madres qué podría explicar el problema del bajo peso en los bebé?

Su curiosidad juvenil lo llevó a visitar las casas de las madres asistentes a la consulta. Casi todas vivían en grupos familiares extensos, en parcelas grandes donde producían la gran totalidad de los alimentos que consumían, hortalizas, verduras, legumbres y frutas. Además de cabras y algunas vacas para obtener leche y queso. El estilo de vida se veía sano y natural. La incógnita crecía aún más.

Un asunto que sí le llamó la atención en sus visitas a los humildes hogares fue la presencia de movimientos involuntarios en los adultos de la mediana edad, parecidos a los que se producían en las personas con el mal de Parkinson, esto podía ser originado por algún tipo de problema neurológico.


Ahora al dato del bajo peso de los bebés se sumaba otro dato importante, los movimientos involuntarios tipo tics nervioso en los adultos.

Comenzó a interrogar a las madres sobre el tipo de agua que consumían. La comunidad en general  usaba para el consumo personal y la cocción de los alimentos el agua procedente de un pequeño manantial ubicado en la montaña. Todos los días se trasladaban al sitio para asearse y cargar los envases para el agua del día. La incógnita crecía.

Una madre le comentó que el agua para el riego, los animales y las excretas la tomaban de un pequeño lago ubicado en las cercanías, Mucho había trabajado la comunidad, hace años atrás, para lograr la gestión de un sistema de bombeo desde el lago hasta el caserío.

Una tarde el galeno pidió a un baqueano que lo llevara a recorrer la rivera del lago. A la vista el agua se veía normal, sin embargo, despedía un olor desacostumbrado para él. Continuaron caminando y se toparon con un pequeño complejo industrial, apenas cinco empresas. Dos de metal mecánica, dos de ensamblado de vehículos y una donde procesaban acumuladores de vehículos. Todas descargaban sus desechos directamente al pequeño lago.


Preocupado por la situación de esos desechos industriales tomo contacto por internet con gente de la facultad de química de la universidad donde había estudiado. Allí le dieron las instrucciones necesarias para tomar las muestras de agua, tanto en la montaña como en el lago.

Una vez procesada las muestras se encontró que en el agua de la montaña no había ningún rastro de contaminación, pero en la procedente del pequeño lago había alarmantes niveles de metales pesados, como plomo y mercurio.

Aquel descubrimiento le hizo pensar que quizá los alimentos que consumían en el caserío también estuvieran contaminados, puesto que eran regados con el agua del lago; hacer esos estudios era mucho más complicado. Pero sí resultaba sencillo tomar muestras de sangre de los habitantes de la comunidad. Procedió a tomar muestras aleatorias de sangre de todos los grupos etarios del caserío,  niños, jóvenes, adultos y ancianos de ambos sexos.


El resultado de los exámenes confirmó sus sospechas, todos los habitantes estaban contaminados con plomo y mercurio. Por eso los problemas neurológicos en poblaciones adultas y el bajo peso en los niños bebés.

Ya el misterio había sido develado. La mayoría de los habitantes de esa comunidad estaban condenados a una muerte prematura. Es difícil tratar exitosamente las secuelas que deja la contaminación por metales pesados en el cuerpo humano. Quizá las nuevas generaciones pudieran tener otra oportunidad si lograban trasladar el agua del manantial hasta el caserío. La otra opción, la de de abandonar esas tierras era impensable para la gente…

Cada siete de junio las Naciones Unidas (ONU), conmemora el Día Mundial De La Inocuidad De Los Alimentos. Ha querido el organismo internacional, que esa fecha sirva para hacer jornadas de sensibilización y concientización sobre la necesidad de consumir alimentos sanos, que no produzcan daños en el organismo.


Nuestro modo de vida ha creado serios problemas de contaminación a escala planetaria. Hasta la inmensidad del océano se resiente de ese problema, hay muchas zonas marinas que presentan altos niveles de contaminación mercurial, la que afecta especies de consumo masivo como el atún, una breve revisión en internet da suficiente información sobre este grave problema. 

Cada año cientos de millones de personas contraen enfermedades por consumir alimentos contaminados. Lo terrible de esta situación es que nadie está a salvo y poco puede hacer el ciudadano común para protegerse. No todas las poblaciones cuentan con un joven médico preocupado,  como el protagonista de nuestra historia, que detecte los problemas aunque sea de forma tardía. En este tema todos tenemos que estar vigilantes.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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