Empatía ¿para qué os quiero? | Contenido Original

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¡Oh! La empatía… ¡Qué palabra! Da para todo y para nada. Es quizás el acto humano más difícil que existe de materializar en los nuevos tiempos de la era informática, interrumpida por el brillo de una pantalla y el sonido -acompasado o no- de un teclado. Si las relaciones se han vuelto impersonales ha sido por causa de la tecnología. ¡Qué paradoja! ¿No?

 

Mientras, millones de almas asisten a un espectáculo incesante de entretenimiento en pantalla, aquello que fue creado para unir más a las personas, mediante comunidades y tribus, intentando acercar pareceres, podría tener como destino el fracaso en su propósito por la falta de empatía.

 

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El porqué, se encuentra a la vista de todos; somos tan diferentes los unos a los otros, que en tiempos pretéritos habían más acuerdos, por el simple hecho que le podías ver la cara al enemigo y sabías que estaba diciendo la verdad. Pero hoy día la impersonalidad que te brinda el anonimato o la falsa identidad en línea, da al traste con la ventaja de poder verificar en el rostro de tu contraparte, su determinación y su compromiso. Así, la falta de una herramienta como la empatía, provoca la desconfianza perenne en quienes ofrecen un camino.

 

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No somos especialistas en psicología, ni pretendemos serlo, pero ¿se puede aprender genuinamente a ser empático, con las desventajas que supone la distancia creada por una conexión a Internet y una laptop? Para aquellos que le dan suma importancia al contacto humano de cuerpo presente, les será menos dificultoso, pero y ¿quienes les da pánico el contacto humano y las circunstancias les obliga a permanecer anónimos?¿puede alguien, bajo estas condiciones, ser empático?¿que cree el lector?

 

Y nada, establecer la verdad absoluta sobre el tema, sería un real e inútil desperdicio de energía, habida cuenta que la empatía se ejerce cuando hay un lazo genuino y fuerte que te una a alguien. ¿Ese lazo se puede considerar sólido cuando un armatoste -de metales y plástico- determina tu relación con el otro? Y es aquí que todo se vuelve una paradoja más profunda.

 

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Vamos a ver si nos siguen: recordamos que en los tiempos de nuestros padres o abuelos, algo que tenía mucha importancia era la palabra. Basada en ella y empeñada por alguien serio, bastaba para que una acción prometida tuviera como resultado aquello por lo que se llegaba a un acuerdo discutido. Con el tiempo, la palabra fue sustituida por la firma de documentos que daban claridad y prueba sobre lo acordado; estos (los documentos) sustituyeron a la palabra, puesto que muchos listillos se pasaban de vivos.

 

Y ahora, tenemos entonces, comunidades y redes sociales donde -diríamos- hasta la vida se juega en una ruleta de ignorancia sobre el otro; ese, el que está al otro extremo del teclado. Pero, contradictoriamente, confiamos cosas a ese desconocido(a) que no le hemos contado a nuestros padres, parejas o hermanos. Y es entonces donde la paradoja se hace presente: ¿somos capaces de confiar cuestiones íntimas en línea, pero no somos capaces de ponernos en el lugar del otro, si nuestro punto de vista es disímil?

 

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He ahí el desafío que implica ser empático (no confundir con simpático), porque requiere de un trabajo sincero hacia dentro. Son más las razones que rechazaría toda persona por aceptar la empatía como hábito que las razones para poseerla ¿Por qué? Requiere de mayor esfuerzo mental, mayor compromiso personal y una increíble conciencia sobre sus propias necesidades antes que las de otros “¡Ya va! ¿Qué estás diciendo?” les escuchamos decir “¿tiene que importar uno mismo primero? ¿dónde está lo empático allí?”

 

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Una persona completa está en posición de dar y recibir empatía y mientras esta condición no se cumpla, difícilmente podrá ponerse en zapatos de otro. Y como quiera que la tecnología no brinda los puentes necesarios, para la comprensión entre las personas, asistimos al momento de la historia humana en que nos encontramos más lejos de allanar el camino hacia la empatía.

 

Integración, Bienvenidos, Apretón De Manos, En La Mano

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Aja, y ¿qué hacemos entonces? Pues, es una pregunta que encierra tantas respuestas como las que usted quiera dar, porque hay muchos condicionantes que crearían “ruido” en la disposición de desarrollar empatía. Pongamos, por ejemplo, los problemas creados por la migración ¿en qué lugar del mundo existirían personas que deseen irse de su país de origen, si este tuviese las condiciones necesarias para una vida digna? Entonces, si usted tiene odio al extranjero o tiene un político que le está repitiendo que la culpa de la situación actual no la tiene la clase política, sino los que vienen de afuera ¿sería usted empático ante un inmigrante?

 

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Peor aún ¿habla con personas o con un teclado cuando escribe en una red social? ¿le importa con sinceridad, cómo se sienten? o ¿prefiere pensar que nadie le comprende y por lo tanto usted no debe comprender a nadie? Y ya ni digamos lo que tenga cada quien que pensar sobre los actos “digitales” de otros, porque en lugar de empatía, pues TODOS somo jueces. Y es ahí donde está el meollo del asunto.

 

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Nadie puede pedir más sensibilidad sino la da primero, de acuerdo, pero ¿Quién se atreve a dar el primer paso? ¿No es ahí donde la persona se crece en valor? ¿Acaso el orgullo tiene mayor cabida que la humildad? ¿Puede usted auto-desafiarse y hacer un acto diario de sincera empatía, no con su amigo, sino con aquel(lla) extraño(a) que le teclea del otro lado de la conexión?

 

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Piénselo, quizás sus enfermedades emocionales, mentales o físicas, tengan que ver con un ejercicio que servirá para crecer como ser humano: La empatía

 

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Escrito por: @fermionico

Gráficación: @equipodelta

 

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