Cazador de noticias | Contenido Original

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Mientras otros niños se entretenían mirando las tiras cómicas, Gabriel se fijaba en los noticieros. Sentía una gran fascinación al ver las figuras que micrófono en mano iban auscultando opiniones en los sitios más disímiles: palacios presidenciales, zonas devastadas por desastres naturales, o  protestas en vías públicas…

Su madre lo veía con preocupación, y no era para menos,  porque nunca había sabido de algún niño  de ocho años al que le encantara ver las noticias.  — No veas eso Gabriel, gritaba la oficiosa señora desde la cocina. —Se te va enfermar la mente Gabriel, insistía sin que el muchacho le prestara la menor atención.


Más de una vez la desesperada madre tomaba la medida radical  de desconectar el aparato de TV, y a empellones empujaba al obstinado muchacho hacia el patio trasero, para que compartiera los juegos normales de los niños de su edad.

Al llegar al quinto grado ocurrió un hecho trascendental. Comenzando el  año escolar la maestra  propuso  la creación de un periódico mural. Gabriel no lo podía creer, ya se imaginaba periodista. Con dedicación pasaba los días recorriendo la escuela buscando historias. A falta de grabador tomaba sus notas en una pequeña libreta y luego componía escritos muy breves donde iba dejando entrever que en realidad tenía talento para ese oficio.

En el liceo  persistió en su empeño, siempre se las ingenió Gabriel para convencer a los profesores de castellano  a que montaran el periódico escolar. Allí se entregaba con mayor pasión,  sus historias remontaban los límites de la institución escolar. Visitaba  los comerciantes vecinos al liceo y con mucha labia lograba una colaboración en tinta o resmas de papel, los insumos necesarios para dar vida a su amado periódico, el que montaba artesanalmente, escrito a máquina y reproducido en  multígrafo. Si las colaboraciones eran abundantes lograba tirajes hasta de quinientos ejemplares,  con una periodicidad quincenal.


Como era de esperar y contrariando los deseos de su madre, que quería otra cosa para él, Gabriel se decidió a estudiar periodismo en la Universidad. Por su buen desempeño logró beca completa y al llegar al cuarto año consiguió un puesto fijo como pasante de un buen periódico capitalino.

Mientras estuvo de pasante se dedicó a la redacción tras un escritorio,  pero lo que a él realmente le gustaba era el trabajo de afuera, el reporterismo, tener contacto con los hechos en el mismo momento de producirse.

Una vez graduado logró convencer a los dueños del matutino para que lo asignaran a la calle, aprendió a cubrir diferentes fuentes, desde sucesos hasta política. Todos tenían confianza en sus habilidades reporteriles.


Larga y fructífera ha sido la carrera de Gabriel. Era uno de los pocos reporteros con casi cincuenta años encima que prefería seguir  en la calle, la mayoría de los de su generación ya se habían decidido por el espacio tranquilo de las salas de redacción, pero él todavía no se veía en eso.

Una turbulencia política llegó a su país, las fuertes protestas ciudadanas hacían temblar el asfalto. La represión se desataba de manera inusitada. Heridos y fallecidos formaban una larga lista  que no paraba de crecer.

Gabriel seguía en lo suyo, en la primera línea, siendo testigo de todo tipo de arbitrariedades y vejaciones por parte de las autoridades.


Una tarde, mientras cubría una protesta, su compañero en la cámara recibió el impacto de un arma de fuego. El proyectil buscó un área libre entre el casco y el chaleco antibalas, atravesó limpiamente el brazo  del fotógrafo y se alojó en la mano de Gabriel, reventando  el nudo de tendones que dan movilidad a los dedos.  Su mano izquierda quedó prácticamente inutilizada.

Gabriel tomó aquello como una señal, le hizo caso a los suyos y se acogió a la redacción, pero esta vez a tiempo parcial. La mayor parte de sus días los dedica a una ONG encargada  de denunciar atropellos y violaciones a la libertad de prensa y al derecho de los periodistas.


El derecho a estar informado es una de las grandes conquistas del mundo contemporáneo. Es impensable en nuestros días vivir sin  saber lo que ocurre más allá de las puertas de las casas. Sin embargo, la información libre y oportuna, es boicoteada, perseguida y sancionada, por gobiernos y personalidades  con talantes autoritarios.

En el ojo del huracán se encuentran los periodistas. Son ellos, los que asumen la difícil misión de dar a  conocer los numerosos acontecimientos que afectan la vida de la sociedad. En la actualidad  la investigación periodística es una barrera de contención ante los abusos y las arbitrariedades de los que se creen por encima de la ley.


La  labor periodística se ha convertido en un oficio peligroso. Entre el 2006 y el 2020, 1200 periodistas fueron asesinados en el mundo entero en situaciones relacionadas con su desempeño profesional, el 90% de esos casos no se han resuelto judicialmente, y muchos de ellos se quedan sin ser sancionados.

Las Naciones Unidas (ONU), consciente  de que para mantener una sociedad libre es indispensable  el ejercicio del periodismo, ha decretado cada dos de noviembre como el  Día internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas. Ha querido el organismo internacional sensibilizar a la opinión pública sobre la importancia de proteger el trabajo de los periodistas. La prensa libre es una garantía para la defensa de los derechos humanos, y  contribuye a la lucha contra las arbitrariedades y la corrupción.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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