El columpio | Contenido original

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Sentado en la banca de la plaza espera a quien considera su mejor amigo. Lo conoce desde el jardín de infancia cuando disputaron por primera y única vez, el uso del columpio. 

Recuerda como si fuera ayer, luego de veinte años, cuando Juan lo empujó por la espalda desplazándolo del columpio. Con apenas cinco años irrumpió en llanto al caer de bruces contra el suelo raspando las rodillas y las manos llamando la atención de la maestra.

No pasó ni diez segundos en que la joven Sabrina lo ayudara a levantarse y reprendiera con una firme suavidad a Juan por el bochornoso acto. Sin dilación hizo que él se disculpara y jurara que jamás lo volvería a hacer, aupándole también a que le estrechara la mano en señal de reconciliación y amistad.


Cerca de la banca, unos niños recreaban sus recuerdos, al alternarse en un columpio hasta alcanzar altas cotas. Se sintió nervioso. Veía en ellos a Juan y así mismo. Juzgó el peligro ante la aparente falta de tutela. Así que se levantó y caminó hacia ellos con el propósito en mente de aleccionar a los jovencitos.   

Escrutó alrededor cerciorándose de no entrometerse en las responsabilidades de algún representante de aquellos niños, cuando vio a una señora acercarse a ellos. 

Quedó estupefacto al ver el rostro de la mujer madura envuelta en una hermosa cabellera rizada. Era su maestra del jardín de infancia.

—¡Maestra Sabrina! —, balbuceó el joven Samuel. 

Ella lo miró de reojo mientras le hablaba con autoridad a los niños.  

—¡Maestra Sabrina! —, volvió a llamarla pero esta vez en un tono más fuerte. 


—¡Sí! ¿Quién eres? —, volteó a verlo luego de asegurarse de que los niños se diviertan sin excederse en el columpio.

—¡Soy yo, Samuel!

Ella ahora era una mujer cercana a los cincuenta años que sin embargo estaba muy bien conservada. Le sonrió diciéndole.

—¡Samuel!, ¡sí, te recuerdo! ¿Aún te siguen gustando los columpios?

Él se sonrojó y le devolvió la sonrisa con picardía contestándole.

—Sí maestra. Aunque, estos son muy chicos para mí y si me monto, de seguro el cuidador me hará un llamado de atención.

Ambos rieron mientras los niños reanudaron la competencia de quien alcanzaba la mayor altura.

—Maestra se ve estupenda luego de tantos años —, él se sintió fascinado al reencontrarse con el primer amor platónico después del de su madre. 


—¡Gracias Samuel por el cumplido!

—Supongo que los niños son sus hijos.

—¡No! —, respondió en seguida, agregando —, si fueran míos; serían mis nietos —, riendo relajada.

Ambos quedaron en silencio por un momento siendo interrumpido por el estruendo de una caída. Allí yacía en cuclillas uno de los niños.

—¡Te lo dije Javier! No llores, déjame verte.

El otro niño brincó como acróbata del columpio en movimiento cayendo de pie  justo al lado de su hermano.

Javier levantó la mirada para ver a la tía solterona y le dijo:


—¡Tranquila tía, José y yo estamos acostumbrados! Solo no le digas a mi papá. Así, nos dejará venir contigo al parque la próxima vez.   

Ella lo revisó con detenimiento constatando solo raspaduras leves y de nuevo le hizo la arenga a los niños antes de dejarlo seguir jugando. 

Samuel los contempló estupefacto pensando en lo afortunado del encuentro casual y la similitud del evento presenciado. 

Sabrina al incorporarse le preguntó qué hacía en el parque, además de relajarse, y él le contestó que esperaba a Juan.

—¿Juan? , ¡El tremendo!

—¡Sí maestra! ¿Aún lo recuerda?

—¡Y cómo olvidarlo! Él me dio muchos dolores de cabeza durante los dos largos años que lo tuve como alumno. En cambio tú —, hizo una pausa, prosiguiendo   —, siempre fuiste tan dulce y obediente. 


—¡Bueno maestra! Él sigue siendo tremendo y estoy aquí esperándolo para aconsejarle de que cambie de actitud, o algún día, la suerte lo abandonará.

—Samuel, mi querido niño. No me equivoque en apreciar tu nobleza. Él es afortunado de tener un amigo como tú, a pesar de haberte empujado aquella vez, ¿lo recuerdas?

—¡Claro maestra! , ¡me sorprende qué usted aún lo recuerde!

—¡Y cómo olvidarlo! En cambio tú, eras diametralmente opuesto a Juan. Te esforzaste por ayudarlo a pesar de lo agrio que él era contigo. ¿Por qué persistes en ayudarlo?

—¿Gracias a usted? Sí. Usted me enseñó el valor de la amistad cada vez que intervino para mediar en los eventos conflictivos.

—¿De verás? Pensé que ustedes eran muy pequeños para entenderme. Lo hacía, en parte, para reforzar en mí misma lo importante de contar con un verdadero amigo. Me da gusto que tú seas un excelente amigo de Juan. Espero que seas correspondido.

—¡Ay, maestra! A veces pienso que aro en el mar  con Juan. Pero no importa, algún día madurará en este sentido.


—¡Mi querido niño, no me equivoqué contigo!

—Maestra, me permite ser su amigo.

Ella rio entusiasmada contestándole.

—Por supuesto. ¿Quién no querría a un amigo como tú? Solo espero que sepas entender a esta vieja.

—¡No maestra! , ¡vieja usted! Al contrario, usted se ve como de mi edad.

Ella sonrió diciéndole que él si sabía cómo halagar a una mujer.

Intercambiaron números telefónicos y se despidieron en el momento en que vieron a Juan entrar por la puerta del parque.

A Samuel le quedaba una larga jornada de escucha activa interrumpidos por  sabios consejos, y a Sabrina con los niños ya estaban buscándolos para regresar a casa.


 La amistad en la vida asemeja a columpiarse en compañía, y a quien esté presto a ayudarte, si te caes. 

Este relato está inspirado con motivo al Día Internacional de la Amistad el cual se celebra el 30 de Julio, decretado así por la Organización de las Naciones Unidas con “…la idea de que la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y las personas puede inspirar iniciativas de paz y presenta una oportunidad de tender puentes entre las comunidades.” 

La amistad es un tesoro muy valorado en la sociedad inspirado en los sentimientos de fraternidad universal. No obstante, la amistad parece un bien escaso en nuestros días y en tal sentido, la carencia del mismo coadyuva a los males que azota a la humanidad.

Si la amistad prevalece entre la mayoría de los hombres, el mundo sería distinto. 


Escrito por: @janaveda

Edición e imágenes: @fermionico


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