Un odio de colores || Contenido original

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Lucila está a medio camino del pueblo cercano. Evita el sendero principal, pues sabe que allí puede toparse con algunos de los compañeros de la escuela. Especialmente con Pedro, quien es el que azuza al resto a molestarla solo por el color de su piel y ojos claros.

La sed la atormentaba, pero el solo recuerdo de la inacción y la mirada penetrante e intimidante de la maestra Josefa, cuando pedía ayuda ante las ofensas y amenazas cada vez más perturbadoras de grupo liderado por Pedro, le anima a continuar sin pararse al juzgar la tácita complicidad.


Además piensa en Juan, el mulato y esposo de su madre, a quien creía  su padre. Comprendió el porqué nunca tuvo un gesto de cariño hacia ella, en parte por ser tan diferente del resto de hermanos. 

Compadeció a Marta, su madre, a pesar del desprecio inocultable  prodigado día tras día a través de una indiferencia inexplicable hasta entonces. El trato dado  por Juan a su madre era bastante cruel, mas ella parecía conforme y hasta feliz.

En el pueblo nadie era como ella:  rulos rubios, finos rasgos, piel blanca surcada de venas azuladas haciendo juego con sus grandes ojos celestes. No obstante, ella se sentía como el patito del cuento leído a sus  hermanos por su madre mientras la miraba.

Cuando tuvo conciencia de sí, llegó a creer en ser adoptada. Mas pronto descartó la idea al escuchar en una reunión las burlas de las comadronas del pueblo, compañeras de su madre, cuando hablaban de su nacimiento como una mancha familiar, y del supuesto infame responsable, un hombre blanco.

El evento, motivo de su huida, fue el hecho sangriento donde intervino la noche anterior el grupo de Pedro. Un combate contra los rubios del pueblo cercano en la rivera del río segó la vida de Marcos, el hijo de Josefa, la maestra.  


Temprano en la mañana, una horda enfurecida fue a su casa con la intención de ajusticiarla, tan solo por su color y parecido a los lugareños del pueblo aledaño.

Por fortuna, Miguel, el único amigo en el colegio, llegó buscándola más temprano de lo acostumbrado para ir a las aulas. Le informó de los planes de la multitud, donde estaban sus propios padres.

Ella le debía la vida a Miguel: un gesto imposible de resarcir, mientras el odio irracional esté albergado en los corazones de las personas mulatas de su pueblo natal.

En aquellos minutos cruciales, pensó en volver al hogar, el único refugio conocido por muy incómodo que fuera. Empero, apostada en la cuesta junto  con Miguel, vio como Marta y Juan se sumaron a la turba para ir en su busca. 


Sintió como si el corazón le  explotará en mil pedazos, una mezcla de miedo y honda tristeza: su suerte estaba echada. Sabía que nunca volvería a ver a sus padres y hermanos. 

Recreó en su mente pre adolescente, la efusiva y repentina despedida de su salvador. Ahora, sola y asustada, caminaba hacía la incertidumbre. Quizás, encontraría en el camino a los violentos rubios, quienes mataron a Marcos, o a los pendencieros de Pedro, quienes quieren vengarse.

¿Qué culpa tengo yo?, gritó en desesperación.

Por lo menos, caminó durante una hora. Los ruidos provenientes de los matorrales empezaron a hacerse familiares. Consideró el internarse en el bosque, fuera del alcance visual del sendero. Sin embargo, el sentido común le alertó del peligro para alguien tan inexperta como ella.

El ruido creciente de la sirena policial proveniente de pueblo aledaño, la hace salir al borde del sendero de tierra. Está exhausta y al límite de sus fuerzas. El morral escolar le pesa un mundo y desea arrojarlo lejos de sí.


Siente los labios secos, el sol molesta sus ojos mientras el sudor los salpican. A su espalda, el mundo conocido quedaba atrás, y aunque no imagina el futuro luego del encuentro con la patrulla: confía en la buena fortuna.

El vehículo frena cerca de ella, y del interior saltan dos hombres negros. ¡Está estupefacta! No sabe si correr o llorar. Percibe con lentitud el tiempo, cuando una voz le dice: “Cálmate, no te haremos daños”. 

Abre los ojos y ve salir a otro hombre, rubio como el sol y de ojos más azules que los suyos.  Respira hondo y de rodilla solloza entrecortada.

—¡Cálmate niña, nada va a pasarte! —, repite de nuevo el rubio al mismo tiempo, uno de los hombres negros la ayuda a incorporarse.   

—¿Qué haces sola por aquí?


—¡Escapo señor! —contestó de inmediato Lucila.

—¿De quién, o de qué?

—¡De la gente de mi pueblo!, ¡quienes me odian por mi color!

Hubo una pausa prolongada. Los tres agentes se miraron meneando las cabezas hasta que el más oscuro dijo: “es una lástima, aún hay gente en el mundo viviendo en diferencias aparentes. Todos somos iguales en cuanto a nuestras particularidades, no hay razones para justificar el odio”.

Lucila quedó muy impactada e inspirada por las palabras de aquel hombre mucho más oscuro que Juan y su propia madre, puesto de donde vivía el color marcaba la diferencia. Mientras más claro, más odiado.

De hecho, ella era la más odiada del pueblo, justo por su blancura.


El rubio le preguntó sobre sus padres, y ella contestó: 

—¡Son quienes más me odian —respondió Lucila añadiendo —, y allá en el pueblo, hay una cacería de blancos por la muerte de un mulato que odiaba a los rubios!

—¡Si lo sabemos! Por eso nos enviaron aquí. Para vigilar hasta dónde están dispuestos a llegar. Esperamos que la cordura reine y la paz se mantenga entre los dos pueblos.


Este relato está inspirado con motivo al Día Internacional de la Paz el cual se celebra el 21 de septiembre de cada año desde 1981, decretado así por la Organización de las Naciones Unidas con el propósito: “…conmemorar y fortalecer los ideales de paz en cada nación y pueblo entre ellos.”

Asimismo, el organismo mundial hace un llamado a observar un día de no violencia y alto del fuego para las naciones y pueblos, en especial, en aquellos en conflictos bélicos. 


Tal como señala el secretario general de la ONU, no basta con un simple llamado y un alto momentáneo del fuego. Se requiere de voluntad para acabar con todo tipo de discriminación mal sana que conduzca a la humanidad al sufrimiento y las desigualdades sociales.

Además, este año el órgano multilateral hace hincapié en la lucha contra el racismo para su erradicación. Intercalando eventos en esta fecha.

Lograr la paz y la armonía entre los hombres es un sueño ancestral que depende de todos para materializarse.


Escrito por: @janaveda

Edición e imágenes: @fermionico


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