Tolerancia entre ocho mil millones | Contenido original

La organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que ayer, 15 de noviembre, la humanidad rebasó el umbral de los ocho mil millones de personas.  Un hito verdaderamente sorprendente que representa un reto, en sí mismo, para la sostenibilidad de nuestra civilización.

Me pregunto, contraviniendo la opinión científica difundida sobre el comportamiento y desarrollo del hombre moderno (el Homo Sapiens Sapiens) quien viene caminando sobre la faz de la tierra, unos ciento cincuenta mil años, si en una época olvidada tuvimos una explosión demográfica similar.

En tal sentido, hay quienes especularon al respecto construyendo teorías en virtud de mitos ancestrales y tradiciones orales de tribus que rozan con la ciencia ficción al referir culturas y civilizaciones asombrosas tragadas por las arenas del tiempo.


Bueno, admito que por muy fascinantes que parezcan estas teorías, las evidencias representadas por los OOPArts (acrónimo en inglés para designar a los objetos encontrados fuera de lugar) son escasas y tratadas con escepticismo por la comunidad científica. Así que por los momentos  no encuentro una utilidad en entablar una discusión para validar o no tales elucubraciones y que reporten soluciones a los problemas actuales o beneficios tangibles.

Aunque sin duda, el conocer sobre las civilizaciones extintas proporciona información relevante para, al menos, intentar no cometer los errores que conlleva al declive de las mismas.

Imagino al hombre del mañana, supongamos, dentro de cincuenta mil años, estudiando a nuestra civilización actual. ¿Qué pensarán de nosotros con base en los vestigios que persistan? Quizás enfrentarán, con alta probabilidad, los mismos  problemas de interpretación y falta de consenso que pondrán a prueba la tolerancia ante las ideas de los demás.  


Por cierto, en el momento en que escribo, 16 de noviembre, se celebra el día internacional de la tolerancia promulgado por la ONU con base en la declaración de principios sobre la tolerancia de la  Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, por sus siglas en inglés.  Así que volvamos al presente y esperemos que el hombre del mañana sea más tolerante que nosotros.

Estarás de acuerdo conmigo, en que muchos de los males que nos azotan, tales como las guerras, por nombrar alguna, son producto, entre otras causas,  de la intolerancia.  

Así que, no es de extrañar la creación de organizaciones con alcance  transnacional para debatir y dirimir discrepancias de intereses e ideas. Claro, no hay que ir muy lejos para toparnos con la intolerancia. Con seguridad habrás tenido episodios en tu entorno cercano.


Me pregunto, ¿qué tan intolerante era el hombre de las cavernas?

¡Quizás menos que el actual! Supongamos cierto que la población era minoritaria, unos cientos o miles, dispersa compitiendo con las otras especies animales por la subsistencia.

Alguien agudo me dirá al escucharnos, “… ¡Un momento, disculpa que me entrometa! No puedes meter en el mismo cesto al hombre con los animales. El hombre es un ser superior”.

Aquí podría gestarse un acalorado debate filosófico sobre la naturaleza del hombre, involucrando la confrontación de creencias e ideas, tal vez incompatibles, hasta alcanzar un conflicto. 


¡Qué fácil es discutir! Lo difícil en el fragor es alcanzar una solución que satisfaga los egos.

El hombre, sin duda, es un ser complejo y voluble, que procura adaptarse en forma constante a los cambios y enajenado por el conflicto.   

Además, no debe subestimarse las barreras u obstáculos en la comunicación, y las agendas ocultas que todos tenemos de manera consciente o inconsciente. 

¡Discúlpame!, pero es que me deviene otra pregunta, ¿será posible que el hombre alcance un nivel más elevado de consciencia que haga obsoleto la tolerancia?

Bueno, sospecho que esta última pregunta está impregnada de ideas preconcebidas, que ni siquiera sean mías, ni objetivas bajo la metodología científica.


Ahora, imagina lo difícil de congeniar a ocho mil millones de personas con intereses distintos. Aunque, quizás el verdadero problema a resolver sea  el aceptar que no somos tan diferentes como nos vemos y escuchamos. 

Si quieres, y aprovechando que cuando leas estas líneas, también se habrá celebrado el día internacional de la filosofía (17 de noviembre) por la ONU, te propongo que evaluemos juntos algunas afirmaciones relacionadas con la tolerancia que pudieran servirnos al respecto, pues estarás de acuerdo conmigo que la solución comienza en uno.

Algunos dicen que la tolerancia es la capacidad de permitir y aceptar las ideas, preferencias, formas de pensamiento o comportamientos de las demás personas.

Me pregunto, ¿cuándo es factible ser permisivo sin caer en una complicidad tácita,  sin incurrir en los conflictos?


Te agradezco si tienes alguna respuesta, puesto, yo no veo de inmediato una solución que satisfaga la pregunta fuera de los fines de la justicia. 

Otros afirman que la tolerancia es la indulgencia hacia la opinión de los demás. 

Temiendo equivocarme, creo que la indulgencia sólo es posible desde una perspectiva de superioridad. Pero, ¿quién determina lo superior? Estoy seguro, que el espejo donde nos vemos no es el más objetivo por muy pulido que parezca.

Los realistas expresan que la tolerancia radica en soportar lo que no se podía erradicar.

Aquí disiento en lo absoluto. Me resisto a aceptar las ideas de quienes sostienen que las causas de la pobreza, la guerra y cualquier conflicto sean inevitables al ser parte de la naturaleza humana.  Si bien, la premisa de que lo natural es inevitable y, por tanto, sus efectos son imposibles de erradicar. Tan solo es controlable o puede ser mitigado, me parece que autolimita la capacidad creativa de nuestra especie.  


Por otro lado, creo que estarás de acuerdo en que la tolerancia es en sí, una decisión para aceptar y considerar las acciones u opiniones de otras personas cuando estas son diferentes de las propias o se contraponen al marco personal de nuestras creencias.

Asimismo, no podemos negar que la tolerancia es un valor básico para la convivencia armónica y pacífica entre personas de diferentes culturas, credos, etnias, y modos de vida. Claro, al ser un valor, puede desplazarse a otro estadio en la escala, siendo el menos conveniente, según el contexto, el valor extremo opuesto: la intolerancia.

Al final de todo, creo que lo importante sobre la tolerancia que se pretende en el mundo, está en lograr el consenso y trabajar juntos en pro de la justicia que necesita la humanidad en el cuidado del planeta: ser intolerante con lo malo y tolerante con lo bueno.


Escrito por: @janaveda

Edición e imágenes: @fermionico


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