¿Por qué no me quieren? | Contenido original

No recuerdo mucho de mi niñez, pero si recuerdo cuando llegué a ese aparador desde la fábrica. El dueño de la tienda me exhibía con orgullo. Poseía yo unas cuantas características que arma alguna había tenido y las personas se maravillaban cuando su vista se posaba sobre mi frío metal.

Pero nunca recibí una mirada como la de aquel día. Yo era costosa, muy costosa. Así las cosas, pensé mi existencia se limitaría a ese aparador de tienda. Un lugar cómodo, seco y bien alumbrado. Pero he aquí el día donde el tipo que me compró, me dió a comprender que me quería. Por supuesto ¿Qué iba yo a saber de amor? Al fin y al cabo soy un arma. Pero un arma la cual todos desean poseer. Y no quería sentirme así, como un objeto.

Pero era mi destino, ser querida y poseída, jamás amada. Fui a parar en un cajón oscuro bajo llave. Prefería el aparador. Al menos allí podía ver gente y ser vista. Pero la oscuridad envolvió mi vida de manera insospechada.


Sabía que mi dueño era una persona rica y en la conversación que escuché cuando me compró, le dijo al dependiente de la tienda que yo era un regalo para un hijo suyo. El niño no tenía la edad para manipular armas, pero él se adelantaba a la fecha en la cual el menor me podría disparar. El dueño de la tienda solo le pidió la tarjeta de crédito y mi nuevo dueño salió conmigo solo para llevarme al cajón. Que desgracia.

Así pasaron mis días. En una oscuridad que, a veces, me daba miedo ¿por qué? No sabía si yo volvería a ver la luz. Ni siquiera sabía si alguna vez sería usada. Supe en la tienda que habían armas jamás disparadas por sus dueños. Era una pena. Si hubo algo de diversión en mi vida, fue escupir balas en las pruebas que me hicieron antes de salir de la fábrica.

Pero los recuerdos de aquellas alegrías, no podían borrar la tristeza sentida por vivir en la oscuridad. Sin embargo, un día todo cambiaría para mí. Y a partir de allí todo sería alegría.


Una noche escuche ruidos fuertes dentro de la casa y una alarma se disparó. El ruido ensordecedor no pudo tapar los sonidos provenientes del cuarto, fuera de mi caja. Escuché que se acercaban al cajón de madera y comenzaron a golpearlo. La madera crujía y se partía en pedazos a mi alrededor. La luz de una linterna me alumbró y me encegueció. Tenía mucho tiempo en el cajón. Me guardaron en una especie de mochila y las ricas municiones que me gusta escupir también fueron a parar allí.

Al día siguiente volví a ver la luz del sol. Estaba en manos de un malencarado tipo que me blandía al aire como un trofeo. Tenía sentimientos encontrados: por un lado, mi suerte cambió por llevar una vida en la marisma de un cajón y en medio de una oscuridad que se me hizo eterna; pero por el otro lado, los tipos que me compartían me daban cierta aprensión porque ninguno se quedaba conmigo y me pasaban de unas manos a otras. Ni en la fábrica me habían manoseado tanto. Uno de ellos, me dio de comer un cargador y comencé a escupir balas.

A pesar que debía estar feliz por disparar, me conseguía preocupada por mi futuro ¿Siempre me querrían a su lado? ¿Iría a parar a un cajón? No fue así.


Los tipos me sacaban a pasear todo el tiempo. Por alguna razón, cuando me enseñaban la gente subía los brazos despavorida. No me gustaba como me miraban. Y los chicos salían corriendo luego de salir con bolsos parecidos a donde me metieron cuando me sacaron de aquel cajón. Poco a poco fui comprendiendo que mi destino estaba sellado. Saldría todo el tiempo, no vería de nuevo un cajón oscuro y siempre me iban a blandir en el aire o frente a la cara de personas. Un cargador de munición siempre estaba dentro de mí y los que me manejaban, me disparaban de vez en cuando. Siempre al aire.

Un día los escuché decir que volverían entrar a la casa de donde me sacaron ¿Me devolverán al cajón? ¿Volvería la oscuridad eterna a mi vida? Ya les había tomado cariño ¿Por qué me hacían esto? ¿Acaso no me querían ya? Muchas preguntas rondaban mi talante cuando los escuché planear el golpe ¿Un golpe? ¿Qué era eso? ¿No les bastaba con los que daban en las puertas de las casas, donde gente despavorida les recibían? Bueno, el caso fue que decidieron regresar y yo no quería.

Dos noches después de la planeación me llevaron a la casa de donde me habían sacado y todo pasó muy rápido.


Ésta vez mi antiguo dueño se encontraba en casa junto a la familia. El hijo del señor que me compró y al cual se supone iba ir a parar como regalo, ya era un adolescente de 16 años. Tenía la edad para dispararme con supervisión. Pero no eran los planes de los tipos que me sacaron de allí, el devolverme a mis antiguos dueños. No. Estaban allí para sustraer más cosas en las bolsas archiconocidas por mí. Revolvieron toda la casa buscando cosas. Ya no habían cajones con armas. Los tipos comenzaron a gritarle a la cabeza de familia y a golpearlo.

Yo no sabía que pasaba. Me blandían contra la familia. El viejo dueño se quejaba de la golpiza. Pedía que no le hicieran daño a la familia, que se llevaran lo que quisieran. El chico apretó los puños. No podía seguir viendo como maltrataban a su padre. De repente sentí me apretaban el gatillo y escupí una de las municiones. El chico cayó herido de muerte. Jamás había sido disparada contra una persona. Por vez primera vi la sangre roja y me impresioné. Jamás volvería a ser la misma. Y la familia asaltada tampoco.


Historias como ésta y otras más tristes que incluyen las guerras, se repiten día tras día, en el mundo. Naciones Unidas intenta crear conciencia porque «Las armas convencionales siguen siendo en el centro de los conflictos del mundo, y los civiles se llevan la peor parte de esa violencia armada. La amplia disponibilidad de armas pequeñas y ligeras y sus municiones es un facilitador clave de la violencia y los conflictos armados. Los altos niveles de armas y municiones en circulación contribuyen a la inseguridad, facilitan las violaciones de los derechos humanos e impiden el acceso humanitario«

Para ello creó la Semana Mundial del Desarme con la finalidad de «celebrar los esfuerzos y la participación de una serie de agentes que contribuyen a un futuro común más seguro y pacífico a través de actividades de desarme, control de armamentos y no proliferación«

Un mundo sin armas es una utopía, pero una educación creíble sobre el daño que pueden producir estos artificios, siempre será bienvenida.


Escrito y diagramación: @fermionico


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